Anuario del Instituto de Historia Argentina, nº 14, 2014. ISSN 2314-257X
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Historia Argentina y Americana

 

DOSSIER:
Comunistas y anticomunistas. Redes políticas y culturales en Argentina y Chile durante la Guerra Fría (circa 1960)

 

Introducción

 

Elena Scirica

Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de las Artes
Argentina

 

Cita sugerida: Scirica, E. (2014). Introducción Dossier: Comunistas y anticomunistas en la Argentina. Agrupaciones, redes e iniciativas políticas y culturales en el marco de la Guerra Fría en América latina (circa 1960). Anuario del Instituto de Historia Argentina, (14). Recuperado a partir de: http://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/view/IHAn14a08

 

Introducción

Los trabajos incluidos en este dossier analizan los posicionamientos, las prácticas y las redes de relaciones de diversos espacios anticomunistas y comunistas en la Argentina y Chile. Esta propuesta, pues, pone en comunicación los distintos núcleos en lugar de concentrarse exclusivamente en el análisis de grupos abroquelados dentro de una misma familia ideológica o partidaria. Al respecto, se parte del supuesto de que el despliegue de cada uno de ellos se construye en íntima conexión con las prácticas, anclajes y discursividades de los otros, y en forma articulada con los imaginarios y las representaciones creadas sobre esos mismos otros.

Con estas consideraciones presentes, este abordaje articula dos espacios vecinos y contemporáneos a partir de un problema en común (Bloch, 1992). El mismo está dado, como se indicó, por el modo en que se configuraron organizaciones, dispositivos y apuestas anticomunistas de distinto signo –ya sea desde esferas progresistas, investigadas en este dossier por Jorge Nallim a través de su estudio comparativo sobre el Congreso por la Libertad de la Cultura en ambos países, o desde múltiples espacios de derecha, analizados por Ernesto Boholavsky y Martín Vicente en el caso argentino– entre mediados de la década de 1950 y 1960, al fragor de la Guerra Fría en América latina. Al mismo tiempo, esa misma concatenación incidió en la propia estrategia del campo comunista y su búsqueda de alianzas o apelación a otros sectores. Inserta en esa lógica, la otra cuestión abordada refiere al contexto y los avatares que se desplegaron en torno a la organización del Primer Congreso Latinoamericano de Mujeres realizado en Santiago de Chile, así como su denostación como “pantalla” del comunismo internacional, según sus detractores –problemáticas examinadas por Adriana Valobra–.

En esta dinámica, el influjo de la Revolución Cubana acentuó expectativas y resquemores en los actores en estudio, a la vez que propició nuevas lecturas y estrategias políticas –lo cual opera como telón de fondo en los artículos presentes–. En efecto, si bien el anticomunismo no era un elemento nuevo en la política nacional de los países abordados, el marco internacional signado por la Guerra Fría y su exacerbación en el continente tras el gran acontecimiento isleño, lo magnificaron y constituyeron en objeto de prédica alarmada en vastos espacios. Demás está decir que la Revolución Cubana también planteó nuevas controversias en el campo comunista y en renovados sectores de la izquierda. Pero los derroteros y las relaciones de fuerza operantes en los respectivos contextos otorgaron su singularidad a cada experiencia nacional.

A partir de estas reflexiones, señalaremos una serie de ejes problemáticos que consideramos nodales para el análisis de las principales líneas de conflicto que atravesaron las disputas comunismo-anticomunismo.

Una primera cuestión refiere a la relación difícil, contradictoria y cambiante entre peronismo y comunismo, así como la lucha que se desplegó en su contra. Este nodo, presente en los tres artículos, adquirió múltiples ribetes en función de los actores involucrados, así como de los avatares nacionales e internacionales. Al respecto, –tal como analizan con agudeza Boholavsky y Vicente, lo mismo que Nallim y Valobra– tras un primer momento en que la lucha contra el peronismo primó respecto del embate contra el comunismo, ese sentido se modificó a medida que sus contrincantes vislumbraron un potencial enlace entre ambos –impulsado por la misma acción de sus oponentes, que los colocaba en una similar posición de perseguidos–. Tras ello, sin embargo, pronto adquirió prominencia la lucha contra el comunismo, cuya presencia fue resignificada a la luz de la Revolución Cubana que, como hemos enfatizado, marcó un antes y un después. En el caso del peronismo, hubo sectores de esa tendencia que se entusiasmaron con ese episodio en tanto que otros se manifestaron virulentamente anticomunistas. En el caso chileno, en cambio, más allá de que en su momento la figura de Carlos Ibáñez del Campo fuera asimilada a la de Juan Domingo Perón, la inexistencia de un movimiento de masas identificado con esa figura o con una tradición afín no dio lugar a controversias semejantes.

En forma íntimamente relacionada, otra cuestión refiere a los múltiples sentidos que tuvo el anticomunismo (en función de su anclaje en una perspectiva conservadora, liberal, nacionalista, católica o de otro sino) y los distintos significados atribuidos al comunismo en forma articulada con el contexto y con los actores que lo abordaron. Esas mismas transmutaciones en las representaciones del comunismo incidieron, a su vez, en el modo en que se encaró la lucha contra ese “enemigo” cuya presencia pasó a ser visualizada, cada vez más, ya no en los militantes partidarios sino en múltiples espacios y facetas de la vida política, social, cultural e ideológica. Al menos en la Argentina, no resulta casual la hipertrofia que experimentaron las agencias de seguridad y la superposición de funciones que llegaron a producirse entre los distintos servicios de inteligencia al amparo de la doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria y, luego, de la de Seguridad Nacional (Mazzei, 2012). En Chile, por su parte, si bien el temor al comunismo estuvo a la orden del día, sus opositores ensayaron estrategias diversas, no inscriptas necesariamente todas ellas en un marco represivo. Basta recordar la “revolución en libertad” anunciada por el presidente demócrata cristiano Eduardo Frei (1964-1970), esbozada como alternativa a un cambio de estructuras bajo marcos “totalitarios”. Al mismo tiempo, en el caso chileno, la confrontación entre “familias” de izquierda y de derecha se expresó, en gran medida, a través de partidos o coaliciones políticas con una nitidez casi ausente para el caso argentino (Bohoslavsky, 2011).

De allí que otro eje planteado refiere a la compleja y cambiante relación que establecieron los diversos sectores anticomunistas y eventualmente los núcleos comunistas con los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones empresarias, la institución eclesiástica y el Estado, entre otros. Más allá del nivel de transparencia que haya adquirido esta vinculación, la misma resulta de particular importancia para evaluar la posibilidad de acceso a medios de presión y recursos políticos, económicos, relacionales y simbólicos. En este camino, Valobra analiza las disyuntivas afrontadas por los comunistas en su búsqueda de alianzas a partir de propuestas reivindicativas amplias, mientras Nallim examina las disputas desarrolladas por ambos contendientes a través de múltiples circuitos culturales, amén de los sindicales y políticos. Por su parte, Boholavsky y Vicente destacan la diversidad de actores anticomunistas que desplegaron su accionar tanto desde el gobierno y las Fuerzas Armadas como desde fuera de esos espacios, al amparo de un imaginario que visualizaba al “enemigo” como una suerte de “entidad fantasmática” omnipresente.

En el análisis de esta confrontación, otro eje refiere a las redes de vinculaciones internacionales que operaron en el período. Así, diversos dispositivos políticos y culturales de las naciones en estudio se articularon con nodos y contiendas mayores que obraban al compás de la Guerra Fría, tal como surge en los artículos de Valobra y Nallim. No se trató, empero, de una mera traslación desde los principales países del Norte sino que aquellos se resignificaron, transformaron y/o adaptaron en función de las tradiciones y disputas locales. Al mismo tiempo, en el período en estudio, a la par de la ampliación de perspectivas transformadoras y revolucionarias, se intensificaron otras tendientes a combatirlas. Así, como señalan Boholavsky y Vicente, el imaginario anticomunista se trasnacionalizó, acompañado por el surgimiento y expansión de organizaciones que actuaban en forma coordinada en distintos países.

En forma transversal a esos ejes, cabe analizar los modos en que los disímiles núcleos católicos se involucraron en las contiendas políticas y sociales en ambos países, en el transcurso de procesos específicamente locales pero atizados por el Concilio Vaticano II (1962-1965) y las lecturas realizadas sobre el mismo. En tal sentido, el anticomunismo católico, retomado en los distintos artículos de este dossier, adquirió distintos ribetes según los sectores que lo enarbolaron y las circunstancias en que lo hicieron. Al respecto, Valobra analiza el despliegue de organizaciones femeninas católicas que, tras un manto religioso, buscaban encuadrar a las mujeres y obraban como grupos de presión y arenga anticomunista. Demás está decir que ese mismo accionar incentivó el desarrollo de asociaciones y espacios de mujeres para contrarrestar esa retórica y enarbolar objetivos propios. En tanto, Nallim señala el modo en que, insertos en el Congreso por la Libertad de la Cultura y en su crítica contra los totalitarismos, los falangistas chilenos –antecesores de la democracia cristiana de ese país– no sólo maniobraron contra los comunistas sino también disintieron con el viejo conservadurismo religioso. Por su parte, Boholavsky y Vicente focalizan su mirada en las apuesta más virulentamente reaccionarias de ese espectro y, aun cuando reconocen la heterogeneidad del movimiento católico, indican el modo en que, en los sectores en estudio, su sustrato religioso obró como un “blindaje ideológico” del anticomunismo.

Amén de las cuestiones señaladas, siempre podrían enumerarse nuevos problemas o clivajes para el tratamiento de la dinámica en análisis. Consideramos, sin embargo, que esta presentación aporta una sistematización de los principales nodos abordados en los artículos de este dossier –sin por ello dar cuenta de los mismos, cuya lectura consideramos sumamente enriquecedora y estimulante–, a la vez que invita a reflexionar sobre la multiplicidad de conflictos, actores y sentidos actuantes en la dinámica planteada.

Bibliografía

Bloch, M. (1992) [1928]. “Por una historia comparada de las sociedades europeas”, Mélanges historiques, París, 1963. En G. Godoy & E. Hourcade, Marc Bloch, una historia viva. Estudio preliminar y selección de textos. Buenos Aires: CEAL.

Bohoslavsky, E. (2011). “El problema del sujeto ausente (o por qué Argentina no tuvo un partido de derecha como la gente)”. En E. Bohoslavsky (comp.) Las derechas en el Cono Sur, siglo XX. Actas del Taller de Discusión, Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento.

Mazzei, D. (2012). Bajo el poder de la caballería. El Ejército argentino (1962-1973). Buenos Aires: EUDEBA.

 

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