Instituto de Historia Argentina "Dr. Ricardo Levene", Instituto de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, UNLP; CONICET
fjumar@gmail.com
Resumen
El objetivo de este texto es, a modo de celebración de la vida del Dr.
Enrique M. Barba, tratar de detectar la impronta de sus trabajos y de su modo
de trabajar en mi labor y en la de los colegas con los que trabajo en el Instituto
de Historia Argentina de la Facultad de Humanidades de la UNLP. Enrique Mariano
Barba no se dedicó primero a la historia colonial y luego al federalismo
rosista. Siempre hizo 'historia argentina'. Al reunir en una sola mirada sus
trabajos más representativos se advierte que el problema que le interesaba
era, desde su tesis de doctorado, el de la formación del estado-nación.
Palabras clave: Historia argentina; Estado; Nación; Historia colonial
Abstract
The aim of this paper is, in celebration of the life of Dr. Enrique M. Barba,
try to detect the imprint of their work, and his way to work in my work and
that of colleagues with whom I work at the Instituto de Historia Argentina,
Facultad de Humanidades, UNLP. Enrique Mariano Barba not dedicate first to the
colonial history, and then, to the Rosas' federalism. Always did 'history of
Argentina'. By bringing together in a single glance their most representative
works reveals that the problem that interested him, from his doctoral thesis,
was the formation of nation-state.
Keywords: Argentina's history; State; Nation; Colonial history
El año 2009 puede ser considerado como un año fuerte en conmemoraciones y/o celebraciones para la comunidad historiográfica platense. Hace 100 años se iniciaban los estudios históricos en la Universidad Nacional de La Plata y nacía Enrique Mariano Barba. También será el año a partir del cual se contarán los del fallecimiento de uno sus discípulos, Carlos Mayo.
El objetivo de este texto es, a modo de celebración de la vida del Dr. Enrique M. Barba, tratar de detectar la impronta de sus trabajos y de su modo de trabajar en mi labor y en la de los colegas con los que trabajo en el Instituto de Historia Argentina de la Facultad de Humanidades de la UNLP. Otros colegas se ocupan, en este mismo dossier, de hacer lo mismo pero desde el Centro de Historia Americana Colonial y del Centro de Estudios Históricos Rurales, de la misma institución. De un modo más amplio, sobre Enrique M. Barba se han delineado diversas semblanzas y se ha analizado su obra, publicándose un libro-homenaje en 19941. En cuanto a la impronta de Enrique Mariano Barba, y casi en tono de confidencia, quiero compartir, muy brevemente, una apreciación personal que va más allá de la reseña de trabajos o campos de investigación abiertos por E. M. Barba, abordados hoy por unos u otros.
Muchos de los discípulos de Enrique M. Barba han sido mis profesores en la carrera de grado y uno de ellos, Samuel Amaral, guió mis primeros pasos en la investigación histórica tras obtener el diploma de profesor. Desde hace muchos años trabajo en la cátedra Historia Argentina I y en el Instituto de Historia Argentina, ambos cargo de Fernando Enrique Barba, también he sido su alumno. Tanto sea por el contacto con F. E. Barba como con los discípulos de su padre e independientemente de la materia que haya cursado con ellos o lo concreto que aprendí de Amaral, he llegado a pensar que algo tendrá que ver Enrique M. Barba en un estilo común que les reconozco y que veo que varios de los integrantes de mi generación de egresados platenses aceptamos como herencia e intentamos transmitir a quienes confían en nosotros para su formación. Raíces y alas.
Las raíces: honestidad intelectual y rigor científico (con gran preocupación por la metodología). Las alas: libertad de pensamiento y respeto por la disidencia, aunque sin negar la preferencia por las convicciones propias. Todos los horizontes ideológicos son aceptados y todas las escuelas historiográficas son bienvenidas, en tanto se haga ciencia. Estoy convencido de que cualquier historiador formado en La Plata y que haya sido fuertemente influido por esa tradición académica -sea consciente o no- constata en las reuniones científicas que sus trabajos podrán ser discutidos en sus conclusiones (lo contrario implicaría la existencia de un pensamiento único) pero que nunca son rechazados por carecer de bases científicas sólidas. El imperativo es hacer bien lo que cada quien desea hacer. Lo que revela que se ha logrado el objetivo básico de una escuela universitaria de historia, que es la de producir buenos profesionales.
Que Enrique M. Barba tiene mucho que ver en ese algo, en esa identidad de buena parte de los historiadores egresados de La Plata, la vi confirmada al re-leer, para elaborar este texto y a la vuelta de los años, su Don Pedro de Cevallos. Independientemente de sus análisis sobre la época en que actuó Cevallos2, a lo largo del trabajo se sostienen principios teóricos y metodológicos o se enuncian las opciones éticas que guiaron la labor3. En conjunto constituyen una suerte de manifiesto de las actitudes profesionales y valores que resalté en el párrafo anterior y que estimo señalan el rumbo de toda su actividad, tanto como docente o como investigador, que globalmente conforman esas raíces y alas con las que me han formado.
Pienso que por ello, mucho se le debe a Enrique Mariano Barba y corresponde que celebremos su nacimiento y sus logros, con reconocimiento y la intención de mantener firmes las raíces para que sostengan a quienes vienen detrás al tiempo que les ayudamos para que se conviertan en intelectuales libres, como lo intentamos -al menos- quienes directa o indirectamente estamos en su estela.
Enrique Mariano Barba no se dedicó primero a la historia colonial y luego al federalismo rosista. Siempre hizo ‘historia argentina’. Al reunir en una sola mirada sus trabajos más representativos se advierte que el problema que le interesaba era, desde su tesis de doctorado, el de la formación del estado-nación. Si sintió la necesidad de echar una mirada al período previo a la independencia fue para encontrar las raíces de la nacionalidad que, en su lectura, a partir de mayo de 1810 comenzó el penoso camino que la llevaría a organizarse políticamente. En síntesis, su interés central era -y aunque él no lo formulara así- el sistema de dominación, los intereses puestos en juego, los actores intervinientes y buscó explicaciones en la duración. Así, Pedro de Cevallos no es un héroe, en la visión de E. M. Barba, por sus dotes militares ni por los servicios prestados a su rey, sino por generar las condiciones en las que cuajó el primer núcleo de la identidad nacional argentina.
El "nosotros" que ve emerger en el cabildo de Buenos Aires a mediados del siglo XVIII4 y ya ve generalizado hacia 17775, que encontró en Cevallos un aliado6, aunque más no sea porque de ese modo Cevallos pensaba que colaboraba con la realización los verdaderos intereses de su rey y de la nación española7 y aun cuando para ello debiera desobedecer a sus superiores8. Así, la fidelidad no se debe a la autoridad constituida sino a ciertos principios e ideales superiores que limitan la obediencia debida; en este caso, el bien común entendido en términos de progreso económico.
De hecho, para Enrique M. Barba, el plan que designan las acciones de Cevallos, el modo en que influyó en el proceso de toma de decisiones que culminó con la creación del Virreinato del Río de la Plata y cómo concibió su destino, "Constituye[n] por otra parte como el diseño de nuestra historia nacional"9.
Al cerrar el capítulo XVII10 E. M. Barba da la clave de lectura de todo el libro:
"El mejor elogio que la posteridad puede hacer de don Pedro de Cevallos es poner de manifiesto su labor con toda honestidad. Sum cuique... Para el espectador que no entra en el fondo de los problemas, las acciones militares desarrolladas por aquel funcionario producen admiración sincera.
Dejando a un lado el aspecto militar del gobierno de Cevallos, nos encontramos con lo más serio de su obra. Ese trabajo de lenta penetración en el territorio de su mando, el detenido estudio de los problemas que se le presentan y esa serie de medidas orgánicas de carácter, económico y político que tuvieron la virtud de reanimar el dormido espíritu de la colonia, dándole incremento y vigor. Buenos Aires se multiplica a su impulso, las provincias ven nacer un comercio que no sospechaban y todo el Río de la Plata marcha, sin saberlo aún, al camino de la revolución."11
La que precede no es la lectura que hice del libro brevemente reseñado cuando lo leí, a mediados de la década de 1980, como insumo básico para la elaboración de mis estudios de posgrado en torno al comercio ultramarino del Río de la Plata entre 1680 y 1778. Lo que rescaté y valoré en su momento fueron los datos y las explicaciones sobre el contexto en el cual se desarrolló la labor de Cevallos, la aplicación y anulación del Tratado de 1750, los datos sobre circuitos, las ponderaciones del papel de Colonia del Sacramento en la historia que me interesaba investigar.
Sin embargo, en lo profundo, mis preguntas eran y son cercanas a las que ahora pienso que se hacía Enrique M. Barba, ya que también me intereso por los sistemas de dominación. Aunque el modo de formular la pregunta o los presupuestos y objetivos no son los mismos, encuentro en el libro de Barba elementos que a partir de hora tendré seriamente en cuenta en mi labor.
Por ejemplo, si vinculo los elementos relevados antes del Don Pedro de Cevallos con otros de Unitarismo, federalismo, rosismo12, tal vez lo que cuaja en el siglo XVIII, a nivel de las identidades colectivas, no es la nacionalidad argentina, sino los localismos que Barba puso en el centro de sus explicaciones en torno al federalismo rosista. Si esto fuera así, deberé ver si ello tiene alguna incidencia en la estructura socio-económica del Río de la Plata durante lo que llamo el largo siglo XVIII (1680-1820), objeto central de estudio tanto de mis investigaciones individuales como colectivas, realizadas con la intención de colaborar con las explicaciones en torno al paso del Antiguo Régimen a la modernidad en el Río de la Plata.
El problema de la formación de los estados-nación emergentes del descalabro de la parte americana de la Monarquía española, la exteriorización del paso de un sistema de dominación a otro, es el nexo que me interesa resaltar ahora entre los trabajos de Enrique Mariano Barba y los que producimos de modo individual o colectivo un grupo de investigadores que tenemos como lugar de trabajo el Instituto de Historia Argentina que edita este Anuario.
Nuestras inquietudes buscan dilucidar las características del sistema de dominación existente en Hispanoamérica en general, y en el Río de la Plata en particular, entre la invasión europea y el inicio de los procesos de formación de los estados-nación en el siglo XIX.
Para comenzar, nos preguntamos si hay que modificar en sustancia el punto de vista utilizado, que parte de definir ese sistema como ‘colonial’ y apela a la noción de ‘colonia’ en tanto que mercado cautivo y fuente parasitaria de renta. Pensamos que al utilizar la noción de ‘colonia’ tal como se lo hace, se retrotraen en el tiempo marcos teóricos, categorías analíticas, problemas y métodos propios para estudiar las sociedades capitalistas y el imperialismo decimonónico13. La otra opción consistiría en estudiar las sociedades hispanoamericanas en tanto que unas de Antiguo Régimen, partes integrantes de la Monarquía española, articuladas en función de los objetivos e intereses de los poderosos regionales y supra-regionales, generándose así un complejo entramado de poderes policéntricos y yuxtapuestos.14 Cada una de esas sociedades americanas tendría sus especificidades y tal vez una de las tareas de los historiadores podría ser buscarlas y ver el conjunto emergente. De modo que lo primero que estamos intentando despejar es si las Indias eran colonia de España o no, aunque con objetivos distintos a los de, por ejemplo, Ricardo Levene a mediados del siglo XX. En el centro de la pregunta que nos formulamos está la cuestión de la exacción colonial, es decir, todos los mecanismos a través de los cuales los peninsulares explotaban o habrían explotado a los americanos para extraerles a través de la coacción y/o la coerción, partes sustanciales del producto de su trabajo. De modo que decidimos instrumentar caminos de investigación que pudieran determinar si tal cosa existió y cómo se lo legitimó ante los propios americanos, sin cuyo consentimiento la explotación no podría haber durado lo que duró, ya que, lo sabemos, la Corona nunca estuvo en condiciones de imponer mediante la violencia sus puntos de vista y las algaradas al respecto nadie se las ha de haber tomado en serio.
Dado que el comercio es, bibliográficamente hablando, uno de los canales privilegiados a través de los cuales la alianza de intereses metropolitanos habría concretado la explotación de América, estudiamos el comercio, los bienes transados, los medios de pago, los actores intervinientes y sus acciones no sólo mercantiles, en fin, todo lo que los estudios basados en la circulación pueden aportar. No porque sea lo mejor, sino porque es lo posible en un plazo razonable en función de las fuentes a procesar. Ello ha dado como resultado estudios grupales, alguno ya acabado15 y otro en vía de realización16, difícilmente abordables por un investigador aislado, tendientes a establecer datos referenciales que permitan asentar sobre información concreta, y metodológicamente válida17, las condiciones materiales de vida de la población y cómo tenían que hacer sus miembros para satisfacer las necesidades de subsistencia física18 y social19; quiénes y cómo lograban mejorar sus partes del producto del trabajo social.
Todo ello es lo que en última instancia abre las puertas para acceder al corazón de cualquier sistema de dominación. Una vez despejado el funcionamiento de lo económico mediante estudios basados en grandes masas de información de corte estadístico es posible, mediante otro tipo de estudios, hacer preguntas sobre la parte del sistema de dominación que logra que la mayoría dominada acepte los términos del trato que les es propuesto.
Tal vez se entienda mejor ahora por qué leo el Don Pedro de Cevallos de Enrique Barba como lo expuse más arriba. No hay que argumentar demasiado sobre el lugar que ocupa dentro de un sistema de dominación el control de los elementos inmateriales que mantienen los vínculos comunitarios necesarios para que perdure la dominación, independientemente del modo en que se haya concretar ese hecho. No soy el único ni el primero en pensar que en las sociedades capitalistas, la identidad nacional juega el papel que en el feudalismo jugaba la religión como argumento último de legitimación del sistema de dominación. Los historiadores lo sabemos claramente, al menos, desde los inicios de la Primera Guerra Mundial cuando l’union sacrée de Poincaré se impuso a la pretendida lucha de clases. Lo saben los gobiernos desde antes, como lo prueban los proyectos educativos de las burguesías triunfantes del siglo XIX; el uso que hacen de la historia y cómo manipulan la memoria social. Es por ello que no es menor el tema resaltado, ya que como se sabe, en la discusión en torno a si la nación precede al Estado o no, lo que está en juego es la definición misma del modo en que se establece el sistema de dominación actual. Enrique Mariano Barba y todos los miembros de su escuela historiográfica pensaban que la identidad nacional argentina, aunque sea en formación, existía antes de 1810 y que la nación en ciernes, para liberarse la nación de la explotación colonial, hizo una revolución con la que de paso terminó de formarse y luego se articuló orgánicamente en un Estado-nación. Desde fines de la década de 1980, y sin dudas por el influjo que recibieron estos temas al calor de las celebraciones del segundo centenario de la Revolución Francesa, se está generalizando como idea que el Estado contemporáneo y la nación que le da sustento se forman juntos en un proceso en el que se entrelazan muchas variables. No considero que sea este el lugar para presentar los diversos proyectos de investigación en sus detalles. A cada investigador le correspondería analizar si en su trabajo encuentra ecos de la obra de Enrique Mariano Barba.
Sin dudas, lo valioso para mí de esta celebración es haberme obligado a re-leer un texto que creía conocido, lo que de paso confirma cuánta razón tenía Ruggiero Romano al recomendar una y otra vez que, antes que sucumbir ante las novedades y las modas historiográficas, habría que leer y re-leer los clásicos. Ad fontes! Ad fontes! 20.
Notas
1- AA.VV. Enrique M. Barba, In Memoriam. Estudios de Historia dedicados por sus amigos y discípulos. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1994.
2- La biografía del personaje es una excusa en el texto, tal como lo indica el título de la tesis base del libro: "Don Pedro Antonio de Cevallos. Gobernador de Buenos Aires y virrey del Río de la Plata. Estudio de una vida y ensayo de una época", Universidad Complutense, Madrid, 1934, 186 p.
3- Un ejemplo entre varios: "Escribir la historia sin documentos [sin fuentes diríamos hoy] es riesgoso; sin el concurso de la lógica, imposible. Este ingrediente, fastidioso para quienes pensar resulta penoso es el instrumento indispensable para el manejo de las ideas". Enrique Mariano Barba (En adelante EMB), Don Pedro de Cevallos, Reimpresión de la 2da edición corregida y aumentada, 1977. La Plata: Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, 2009, p. 241.
4-El cabildo de Buenos Aires "representaba los intereses auténticamente criollos o por lo menos de los intereses inmediatos de Buenos Aires...". EMB, Don Pedro... op. cit., p. 81.
5-Al anunciarse que Juan José de Vértiz reemplazaría a Cevallos como virrey, diversas corporaciones (laicas y religiosas), así como prestigiosos individuos, de Buenos Aires, Córdoba y Santiago del Estero, elevaron pedidos para que Cevallos permaneciera en su puesto. "Además de los apellidos que ya podemos llamar argentinos, se encuentran en las peticiones y las palabras: el puerto, indianos, el suelo patrio, p. ej. motivos que nos hacen pensar que en ese momento comienza a escribirse una de las primeras páginas de nuestra historia nacional. Observamos apellidos que muestran la presencia de familias arraigadas en el suelo, del que pocas lo abandonarán, con intereses que por muchas generaciones serán los nuestros." EMB, Don Pedro... op. cit., p. 276.
6-"La posesión de la tierra y el manejo del comercio conformaban, en última instancia, la burguesía criolla que Cevallos alentará.", EMB, Don Pedro... op. cit., p. 81.
7-Esto se ve claramente cuando sopesa la labor administrativa de Cevallos, tanto como gobernador o como virrey. Para Barba, Cevallos ya desde los años 1750 entiende que debe reorganizarse el espacio político en función de los circuitos mercantiles que tienen a Buenos Aires por nodo, para que se generalice la prosperidad y la corona aumente su capacidad de control y con ella la percepción de impuestos. Ya siendo gobernador de Buenos Aires (1756-1766), Cevallos entendió que las provincias que constituirían el Virreinato del Río de la Plata formaban una unidad (p. 189). También desde la misma época Cevallos tiene un "plan tendiente a enriquecer y hacer prósperas a las provincias del Río de la Plata [...] y cuyo desenvolvimiento dio comienzo a la riqueza y poderío de nuestra gran ciudad Capital." (p. 171), cuya coronación será el auto de libre internación de 1777 (pp. 247 y ss.).
8-"Por suerte para los destinos de España, había un hombre [Cevallos] que con más previsión que sus superiores, atentaba contra él [el Tratado de límites de 1750].", EMB, Don Pedro... op. cit., p. 111.
9-EMB, Don Pedro... op. cit., p. 247.
10- Que en realidad cierra el libro. El capítulo XVIII y último, el del regreso a España y muerte de Cevallos, debe estar por tratarse de una biografía, pero no cuenta para la historia que E. M. Barba quiere contar.
11-Barba, Enrique M., Don Pedro... op. cit., p. 258.
12-Barba, Enrique M. Unitarismo, federalismo, rosismo. Buenos Aires: Ediciones Pannedille, 1972.
13- Para mayores precisiones sobre este punto ver: Jumar, Fernando. "Comercio, comerciantes y revolución en el Río de la Plata. Siglo XVIII - principios del siglo XIX". En: Guerra Martinière, Margarita, Cristina Mazzeo de Vivó y Denisse Rouillon Almeida (editoras). Historias compartidas. Economía, sociedad y poder, siglos XVI-XX. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú Instituto Riva-Agüero, 2007, pp. 307-343. Jumar, Fernando. "Los Rioplatenses, el Río de la Plata y el poder central. Hombres de Antiguo Régimen en lucha contra la modernidad". En: Kohut, Karl y Sonia Rose (Eds.). La formación de la cultura virreinal. III. El Siglo XVIII. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert Verlag, 2006, pp. 387-415.
14- Ciertamente, para la Corona de Castilla los territorios americanos no son lo mismo que los europeos, pero tampoco es lo mismo que África para los británicos de tiempos de la Reina Victoria. Aunque publicado hace muchos años, siegue siendo una excelente primera aproximación a estos temas: Barrat Brown, Michael. La teoría económica del imperialismo. Traducción de Blanca Paredes. 1ª ed. en inglés 1974. Madrid: Alianza Editorial, 1975.
15- Jumar, Fernando y Nicolás Biangardi, José Bozzo, Sabrina Orlowski, Roberto Querzoli, María Emilia Sandrín. "El comercio ultramarino y la economía local en el complejo portuario rioplatense. Siglo XVIII". En: Anuario IEHS, 21, 2006, pp. 235-254. Analizamos cómo dinamizó la economía rioplatense el aprovisionamiento de bienes y servicios necesarios para el mantenimiento de las tripulaciones de los navíos que llegaron al Río de la Plata durante el siglo XVIII, tanto durante sus estadas como en sus viajes de retorno, así como el mantenimiento de las embarcaciones en condiciones marineras.
16- Proyecto de investigación en curso, acreditado en la UNLP/Instituto de Historia Argentina (11/H483): "Indagaciones en torno a la estructura socio-económica del Río de la Plata durante el largo siglo XVIII (1680-1820)". Composición del Equipo de investigación a fines del año 2009: Fernando Jumar (director), Silvia Mallo (codirectora); Nicolás Biangardi, José Bozzo, Javier Kraselsky, Josefina Mallo, María Emilia Sandrín (investigadores); Ricardo Bogosian, María Claudia Errecart, María Luz Jardón, Juan Pablo Jaury, María Paula Pedrosa, Roberto Querzoli, José Tappatá (alumnos, Licenciatura en Historia, FaHCE-UNLP). Se trata del relevamiento de la información contenida en las guías de aduana y notas de salida de bienes registradas en las ciudades del litoral y del complejo portuario rioplatense. Hasta ahora hemos publicado el planteo que nos hacemos, la metodología que hemos establecido y un primer test de los resultados arrojados por una aplicación informática, especialmente diseñada, para satisfacer las necesidades de este proyecto de investigación. Fernando Jumar; Alejandro Zurdo, María Emilia Sandrín y Nicolás Biangardi, Ricardo Bogosian, María Claudia Errecart, María Luz Jardón, Juan Pablo Jaury, Paula Pedrosa, Roberto Querzoli, José Tappatá. "La circulación mercantil revelada por las guías de aduana de Buenos Aires, 1779-1783". En: Mateo, José y Agustín Nieto (compiladores). "Hablemos de puertos. La problemática portuaria desde las ciencias sociales". Mar del Plara, Ediciones GESMar-UNMDP, 2009, pp. 21-34.
17- Por ejemplo, no se debe cometer el serio error de intentar aplicar herramientas estadísticas actuales al Antiguo Régimen. Simplemente, se iría a buscar al Antiguo Régimen la presencia de indicadores relevantes para las sociedades contemporáneas. Un ejemplo, casi caricaturesco del error que pretendemos evitar se puede en encontrar en: John H. Coatsworth. "El Estado y la actividad económica colonial". En: Tandeter, Enrique (dir.) y Jorge Hidalgo Lehuedé (co-dir.). Procesos americanos hacia la redefinición colonial. Historia General de América Latina, Tomo IV. España (s/l): Ediciones de la UNESCO/Editorial Trotta, 2000, capítulo 14, pp. 300-323). Como resalté en una oportunidad, "Coatsworth nos ofrece una moderna y osada función de fuegos artificiales, vistosos, pero artificiales al fin. Con el objetivo de dar una base cuantitativa a su argumento exagera aquello de poner cifras a «ojo de buen cubero» (no pongo en duda que lo sea) y discute hipótesis de terceros o demuestra sus hipótesis a partir de datos que no son siquiera buenas hipótesis. Ya sé que cada vez más lo importante es el argumento, sin embargo soy antiguo y espero que los argumentos se apoyen sobre buenos datos. J. H. Coatsworth suma un 10% por aquí para incluir el contrabando (p. 311, ¿por qué no el 20% o el 50% que sugieren otros "buenos cuberos"?), quita el 25% por allá afín de armonizar datos y mantenerse dentro de márgenes que considera aceptables (p. 308), por aquí y por allí pone y saca gente a las estimaciones demográficas existentes o reorganiza como considera prudente los ramos de la contabilidad de la Real Hacienda. ¿Se necesita un PBI para la Argentina (¡?) del siglo XVIII y su distribución per capita? Pues se los construye a partir de la estimación de población que se tiene a mano y se estima la proporción de población económicamente activa (a partir de ejemplos de sociedades europeas, eso sí, contemporáneas) más unos pocos datos separados por unos 50 años, una declaración de independencia y cientos de kilómetros, extrapolaciones y el abracadabra informático se encarga del resto (p. 307 y nota 6). Además, el autor parece no saber qué es el Antiguo Régimen sobre el que está escribiendo. Por momentos les pide a la Monarquía y/o a sus súbditos americanos que obren como si formasen parte de un Estado-nación y en consonancia con los principios de "estatidad" a la Weber; en otros momentos parece asombrarse ante el descubrimiento de la existencia de un poder débil y rígido, dato que ya manejaba Maquiavelo." Fernando Jumar. "Reseña. Tandeter, Enrique (dir.) y Jorge Hidalgo Lehuedé (co-dir.). Procesos americanos hacia la redefinición colonial. Historia General de América Latina, Tomo IV. España (s/l): Ediciones de la UNESCO/Editorial Trotta, 2000". En: Entrepasados, XI, 22, 2002, pp. 219-225.
18- El primer trabajo es detectar cuáles son los indicadores relevantes de la sociedad rioplatense del siglo XVIII. Se deberá innovar en el camino de la búsqueda de parámetros que al mismo tiempo emerjan de la sociedad observada y puedan ser construidos con series de datos no siempre consistentes. Ello nos permitirá amojonar económicamente a la sociedad rioplatense, desde la relación entre el mínimo de subsistencia (equivalente a la actual línea de pobreza) y los niveles de ingreso, agregando algún tipo de coeficiente que incluya en el análisis el esfuerzo invertido en alcanzarlo. Evidentemente, no es lo mismo trabajar 20 días y con lo obtenido poder pagar el alquiler de todo un año, que laborar todo el año para que el Señor se lleve la mayor parte del trabajo aportado. Además, de algún modo habrá que intentar incluir el amplio margen por entonces existente de economía natural.
19-Tal vez esta noción de "subsistencia social" sea la que exigirá mayor trabajo de reflexión e innovación, dado que pretende tornar estadísticamente observable (sobre una base no determinada de observaciones en función del total) la esencia del Antiguo Régimen: el lugar que cada quien ocupaba en la sociedad en función del estatus que podía ostentar y le era reconocido por los demás. De contar con esa herramienta, cobrarán más sentido los análisis en torno a búsquedas de una movilidad social ascendente, que no se lograba sólo por un determinado nivel de riqueza, ni mucho menos, sino por la adquisición de atributos formales de reconocimiento externo de una naturaleza interna. El la punta de la pirámide, estaría la nobleza. ¿Qué debe poder consumir y cómo debe vivir alguien que aspira a ella? ¿Esos consumos, para tales individuos, no son tan imperativos como el alimento? Acaso más de un miembro de la gente decente, ¿no habrá sacrificado alguna comida con tal de poder presentarse en el teatro del mundo con la decencia acorde a su persona? ¿En qué medida la diferencia de fortunas podía significar relativamente poco para pertenecer a un estrato social determinado? Aquí los inventarios post mortem serán tomados como base firme y permitirán entrar en esos consumos, y compararlos con la riqueza acumulada con el objetivo de descubrir si existen relaciones que permitan advertir consumos diferenciados según el nivel de riqueza, o si, a partir de determinado mínimo, el consumo de este tipo es más o menos similar. Porque, la ostentación indebida acarreaba el mismo escándalo que su falta en la justa medida. Cada quien tenía su lugar y si aspiraba a cambiarlo, estimamos que a nivel de las mentalidades, el camino era inverso al actual: primero la persona constataba que había mutado su naturaleza, luego aspiraba al reconocimiento de su nuevo estatus, y sólo después comenzaba a vivir acorde a él. No deja de causar cierta sorpresa que en pleno siglo XVIII, no se registre en los inventarios post mortem de (grandes) comerciantes la presencia de pelucas empolvadas. Posiblemente ninguno de ellos creyó tener el estatus necesario como para usarlas.
20-Romano, Ruggiero. "Por la historia y por una vuelta a las fuentes". En: Ruggiero Romano. Homenaje. Construir la Historia. México: Chimal Editores, 1998, pp. 13-27.
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