CISH-CINIG, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,
UNLP
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Tal como afirmó hace más de 20 años el historiador inglés Perry Anderson, desde diversas perspectivas, mucho se ha escrito sobre los partidos comunistas en todo el mundo. Ello originó una literatura de carácter y calidad variadas1. La descripción está vigente todavía y se adapta a la producción existente en nuestro país. En efecto, la literatura sobre el tema cuenta con un variopinto que va desde las clásicas memorias, ensayos e historias del propio partido, fruto de la labor de sus miembros, ex-militantes y opositores políticos, hasta los abordajes académicos más incipientes que han tenido en los últimos años mayor impulso en torno a la indagación del "comunismo criollo", sus líderes y estrategias políticas.
Sin duda, Hernán Camarero ha sido punta de lanza en esta faena. Su libro más reciente, A la conquista de la clase obrera, es el resultado de un exhaustivo trabajo que ha jalonado el campo de la investigación con lecturas críticas sobre el particular y una meticulosa labor documental. El autor indaga el período que corre entre el surgimiento del PCA y la llegada del peronismo en un enfoque que desborda con creces la perspectiva más clásica de los estudios sobre los partidos políticos, abocándose al mundo de la sociabilidad política y cultural que caracterizaron al comunismo en esos años. La introducción funciona a modo de balance historiográfico sobre el tema y, también, resulta ser una fundamentación acerca de su legitimidad pues presenta la indagación de las consignas y prácticas comunistas respecto al mundo del trabajo como un objeto genuino de análisis contra las opiniones que consideran menor la influencia del comunismo en la clase obrera argentina. Si bien existen estudios que tangencialmente habían abonado esta línea -como los de Mirta Lobato y Nicolás Iñigo Carreras2- este libro resulta ser el primer trabajo sistemático y, en ese sentido, se integra a un debate de larga data que estuvo matriciado en las hipótesis de Gino Germani acerca de las masas en disponibilidad y la falta de una conciencia de clase de los obreros argentinos3.
Este debate es uno de los ejes que articula A la conquista..., y alcanza momentos vibrantes en el capítulo I, La proletarización del comunismo y su implantación en la geografía laboral, en el que se refleja el proceso de expansión del comunismo local en el mapa nacional, desbordando los límites territoriales de la Capital Federal, en los que la historiografía local ha tendido a enfocarse como si fuera un caso testigo generalizable a toda la historia argentina. Según precisa Camarero, la idea de proletarizar al partido en los años ’20 vino de la mano de una ingeniería partidaria renovada basada en la "organización celular" que, además de borrar los vestigios heredados de la estructura jurisdiccional del socialismo, contribuyó sensiblemente a la ansiada articulación entre el partido y la clase obrera. La variedad de las células da ejemplo de la versatilidad que este tipo de formación brindó a la inserción del comunismo. Asimismo, se presentan otras estrategias de organización tales como los Comités de Lucha y de Fábrica.
Otro eje en el que se estructura la obra tiene que ver con los debates políticos e ideológicos que el Partido Comunista Argentino (PCA) tuvo en, al menos, dos frentes. Uno, el que captura el capítulo II, El asedio de las estructuras sindicales: el PCA y las organizaciones obreras durante los años veinte, que muestra lo que Camarero llama una de las obsesiones del comunismo: la inserción en la dinámica gremial y las pujas con el socialismo; el anarquismo y el sindicalismo. El PCA privilegió la instalación en sectores nuevos del proletariado y, por ende, menos organizados: la metalurgia, la carne y la construcción; siendo menos eficaz su llegada al sector de servicios. En ese proceso, las propias internas en el partido y los desgajamientos que iba sufriendo, tales como los del grupo de José Penelón, comprometieron su instalación gremial en ciertas áreas. El otro frente de despliegue de lucha política-ideológica es el de la confrontación con los gobiernos de turno y está especialmente desarrollado en el capítulo III, Huelgas revolucionarias y represión estatal: el comunismo bajo la estrategia de clase contra clase, 1929-1935. Desde la disputa con el radicalismo hasta la confrontación con los gobiernos militares y conservadores post golpe de estado de 1930, Camarero invita a una reflexión que destaca en la cruenta represión a los comunistas la importancia de su influencia en el proletariado incluso en el momento de mayor verticalidad por parte del partido que adoptó tonos cada vez más sectarios.
En ambos capítulos, las distintas estrategias del comunismo revelan, a su vez, las distintas prácticas implementadas respecto del papel rector que intentaban tener sobre la clase obrera. De la política del frente único, pasando por la lucha de clase contra clase hasta llegar a la de los frentes en los años ’30, el partido va virando sus acciones, incurriendo en contradicciones, sin duda; y, a la vez, llevando adelante una política de estricta obediencia y rituales impuestos por el Comité Central del partido, que se vio obligado a reforzarlos ante la potencial disgregación y sensible autonomía que encerraba la misma organización celular.
Las purgas en el comunismo son muestra del nivel de integración y encuadramiento que se demandaba a quienes se acercaban al partido. No obstante, en el mapeo organizativo de las células y la adhesión a las acciones de huelga y boicot que propició el partido, el autor logra demostrar la capilaridad de la inserción comunista entre los obreros industriales. Ello lo habilita a discutir la pertinencia del concepto de sectores populares y la noción de cultura popular impregnada de los vientos de ascenso social que articularon Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero4. Según se desprende de la exhaustiva documentación escrita consultada por Camarero, el discurso proletario del comunismo obtuvo una sensible adhesión precisamente porque cuajaba con una cultura obrera poco afectada por los patrones de movilidad social. La empresa comunista operó, además, no sólo como una expresión de esa cultura sino también como un catalizador que colaboró en el despliegue de sensibilidades culturales y sociales tal como se describe en los capítulos IV y V un desarrollo riguroso y original. En el capítulo IV, Comunismo y cultura obrera, con una narrativa dinámica, e incluso con algunos pasajes hilarantes, Camarero describe las empresas culturales del PCA y devela las aristas incisivas de la implantación comunista que llegó a tener a los niños como sujetos privilegiados de su apuesta revolucionaria a futuro. Las asociaciones inmigrantes de todo tipo y sus vinculaciones con el comunismo son oteadas en el capítulo V, Extranjería e internacionalismo en la militancia obrera del PC. El carácter preponderante de los inmigrantes en la fuerza de trabajo, fundamentalmente en los sectores hacia los que el partido volcó su organización, puso al comunismo local frente a la necesidad de integrar a estos trabajadores a través de las secciones idiomáticas, características en otros puntos bajo la égida comunista. Publicaciones en varios idiomas circulaban entre las poblaciones de ultramar difundiendo las ideas del PC aunque fueron las colectividades judías, italianas y de Europa del Este las que alcanzaron un papel fundamental en esa propalación. Asimismo, incluso en el despliegue de esas interconexiones con la extranjería, Camarero suaviza la idea de que la rigidez de las disposiciones de la Internacional Comunista, que regía los mandatos de las filiales nacionales del PCA, dieron un tono internacionalista al discurso del comunismo que fue rechazado por la clase obrera. Contrariamente, el autor logra precisar que esa apuesta cosmopolita no perdía en su horizonte la idea de integrar tanto a criollos como a inmigrantes en una clase obrera revolucionaria unificada nacional. La apuesta fue errática, sin duda, pero el partido maniobraría, con sus contradicciones, en la consecución de ese objetivo. La obra de Camarero, en síntesis, ilumina una serie de temas y problemas que hasta ahora no habían merecido un tratamiento del rigor que aquí nos ofrece.
Algunos comentarios, no obstante, pueden contribuir a futuros emprendimientos. Por un lado, en términos metodológicos, es notable que el corpus documental privilegie una variada gama de documentos escritos y no considere la realización de entrevistas, máxime teniendo en cuenta que un importante número de las y los militantes comunistas de aquellos años viven y son materia dispuesta a esta modalidad de investigación. Esa mirada hubiera permitido enriquecer la visión acerca de la sensibilidad comunista del período al tiempo que captar los matices de las prácticas en un contexto sectario como el de los ‘30. Asimismo, un silencio notable se abre respecto de las mujeres comunistas y de las mismas obreras. En efecto, aún cuando hay estudios que lo anteceden y abonan la idea de la singular presencia de las mujeres en las filas del PCA5; la obra no retoma el papel y las singularidades que le cupieron. Incluso, y levemente desfasado del período que toma Camarero, las comunistas tuvieron un papel preponderante en la política de frentes del tercer período tanto en lo que respecta a la lucha por los derechos civiles y políticos en la Unión Argentina de Mujeres (1936), como en sus intervenciones en agrupaciones proaliadas como la Junta de la Victoria (1941) y, finalmente, en grupos confesionales judíos (Valobra, Mac Gee Deutsch6). El carácter obrerista que las comunistas aportaron a estas agrupaciones tanto en sus consignas como en sus componentes no puede entenderse si no se visibiliza y analiza el modo de inserción que el partido tuvo en el período antecedente en el que se concentra Camarero. A su vez, las singularidades de la movilización femenina contribuyeron a matizar las propuestas más sectarias del partido.
Estos comentarios no obstan para reconocer que Camarero ofrece una descripción y análisis del proceso de transformación del PC en un partido obrero por su composición y sus prácticas. Asimismo, la obra reaviva una serie de debates que permiten repensar la entreguerras en varios aspectos. Finalmente, con rigor e imaginación, Camarero desmonta interpretaciones historiográficas hegemónicas y ofrece estimulantes lecturas que exigirán parejos esfuerzos para ser discutidas con la solvencia documental e interpretativa que ofrece.
Notas
1- PERRY ANDERSON; "La historia de los partidos comunistas", en Samuel, Raphael (ed.); Historia popular y teoría socialista, Barcelona, Crítica, 1984.
2 -MIRTA LOBATO, La vida en las fábricas, Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera. Berisso (1904-1970), Buenos Aires, Prometeo libros/Entrepasados, 2001. NICOLÁS IÑIGO CARRERA, La estrategia de la clase obrera, 1936, Buenos Aires, La Rosa Blindada-PIMSA, 2000.
3- GINO GERMANI; Política y sociedad, Buenos Aires, Paidós, 1968.
4- LEANDRO GUTIÉRREZ Y LUIS ALBERTO ROMERO; Sectores populares cultura y política, Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Sudamericana, 1995.
5- DÉBORA D’ ANTONIO; "Representaciones de género en la huelga de la construcción, Buenos Aires, 1935-36", en Fernanda Gil Lozano [et. al.] (comps.), Historia de las Mujeres en la Argentina, Siglo XX, Taurus, Buenos Aires, 2000. Además del mencionado texto de Lobato, debe considerarse también su obra más reciente, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, EDHASA, 2007.
6- SANDRA MC GEE DEUTSCH; "Desafiando al antisemitismo y a la derecha: la participación de las mujeres judías en grupos antifascistas en Argentina, 1935-1945", ponencia presentada al Latin American Jewish Studies Association, Buenos Aires, 29 al 31 de julio de 2007. ADRIANA VALOBRA "Partidos, tradiciones y estrategias de movilización social: de la Junta de la Victoria a la Unión de Mujeres de la Argentina", Rosario, Revista Prohistoria, historia - políticas de la historia, Año IX, número 9, 2005.
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