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Irlanda y la prensa entrerriana. La huelga de hambre de Bobby Sands en las páginas de El Diario de Paraná (1981)
Resumen: En 1981, diez prisioneros encarcelados en la prisión de Maze, ubicada en Belfast, Irlanda del Norte, iniciaron una huelga de hambre reclamando por el estatus político de los reclusos. Entre los prisioneros se encontraba Robert Gerard Sands (popularmente conocido como Bobby Sands), líder del IRA, quien falleció por inanición luego de 66 días de huelga. Este acontecimiento significó un punto de inflexión en el desarrollo de los conflictos que tenían lugar en el norte de Irlanda. Y su repercusión a nivel mundial alcanzó tal magnitud que incluso la prensa entrerriana se hizo eco de este suceso. El objetivo de este trabajo es analizar la representación de este caso en el periódico El Diario de la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos - uno de los matutinos de mayor circulación a nivel local y regional - y su recepción por la sociedad paranaense, inevitablemente atravesada por la mirada de los corresponsales sujetos a las políticas editoriales de las empresas para las que trabajaban y el singular contexto nacional caracterizado, en materia de política exterior, por la tensión de las relaciones anglo-argentinas entorno a la reivindicación de la soberanía sobre las Islas Malvinas por parte del gobierno militar.
Palabras clave: Irlanda, Huelga, Bobby Sands, Prensa, Representaciones, Entre Ríos.
Ireland and the Entre Ríos press. Bobby Sands' hunger strike in the pages of El Diario of Paraná (1981)
Abstract: In 1981, ten prisoners jailed in Maze Prison, located in Belfast, Northern Ireland, began a hunger strike demanding the political status of the inmates. Among the prisoners was Robert Gerard Sands (popularly known as Bobby Sands), leader of the IRA, who died of starvation after 66 days of strike. This event meant a turning point in the development of the conflicts that took place in the north of Ireland. And its worldwide repercussion reached such magnitude that even the Entre Ríos press echoed this event. The objective of this work is to analyze the representation of this case in the newspaper El Diario of the city of Paraná, province of Entre Ríos - one of the morning papers with the highest circulation locally and regionally - and its reception by Paraná society, inevitably crossed by the gaze of the correspondents subject to the editorial policies of the companies for which they worked and the singular national context characterized, in terms of foreign policy, by the tension of Anglo-Argentine relations around the claim of sovereignty over the Falkland Islands by the military government.
Keywords: Ireland, Strike, Bobby Sands, Press, Representations, Entre Ríos.
Introducción
El siguiente trabajo se propone analizar la representación en el periódico paranaense El Diario de uno de los principales acontecimientos políticos en la historia reciente de Irlanda en el marco del conflicto norirlandés iniciado en la década del sesenta: la huelga de hambre encabezada por Robert Gerard Sands (popularmente conocido como Bobby Sands), junto a otros nueve prisioneros, en la prisión de Maze, Belfast, en 1981. Este hecho no solo fue reflejado por la prensa nacional1 sino que también repercutió en la prensa provincial, lo que da cuenta del impacto que causó. El Diario, uno de los periódicos de mayor tirada y circulación en Entre Ríos se nutrió de las noticias provenientes del exterior y dio cuenta de lo sucedido.
Por esta razón nos proponemos explorar cómo el caso del líder político irlandés Bobby Sands fue retratado en uno de los matutinos de mayor gravitación a nivel local y regional y percibido por la sociedad paranaense en un singular contexto nacional caracterizado, en materia de política exterior, por la tensión de las relaciones anglo-argentinas entorno a la reivindicación de la soberanía sobre Malvinas por parte del gobierno militar.
Hacia el primer cuarto del siglo XX en Irlanda, la huelga de hambre reapareció y se volvió un arma fundamental en el arsenal del republicanismo militante (Sweeney, 1993), sobre todo luego del Alzamiento de Pascua de 1916.2 El empleo de este método de protesta por numerosos líderes políticos irlandeses desencadenó, por diversas razones, fuertes debates en el ámbito secular y religioso.3 La libertad frente a la vida, y viceversa, se pusieron en tensión dando lugar a múltiples interrogantes: ¿la muerte por inanición se podría considerar o no un acto voluntario?; ¿se trató de un suicidio?; ¿qué postura sostenía la Iglesia Católica frente al empleo de la huelga de hambre como método de resistencia?
La prensa constituye tanto una fuente como un objeto de estudio (Pisarello, 2019). Para su abordaje y análisis se empleará una técnica cualitativa, lo que implica una lectura en profundidad de los ejemplares relevados durante el mes de marzo, abril y mayo de 1981, metodología que nos permitirá inferir otras cosas, no aparentes en una lectura superficial. El amplio abanico de fuentes que alimentaban al El Diario enriquece el análisis de las noticias periodísticas al ofrecer múltiples interpretaciones sobre un mismo acontecimiento. A su vez, no podemos perder de vista que los receptores de la información acceden a “una visión de la realidad tamizada por la mirada o los intereses de la agencia internacional de la que dependían. Las grandes agencias eran las que seleccionaban los sucesos para transformarlos en noticias y su versión de la realidad era la que llegaba a los periódicos asociados” (Botto, 2012, p. 39).
La huelga de hambre: origen y renacimiento en el siglo XX
A lo largo del siglo XX e incluso durante el siglo XXI, la huelga de hambre se convirtió en un medio de protesta frecuentemente empleado por individuos o grupos frente a determinadas situaciones de carácter político que, en especial, transcurrían dentro del ámbito penitenciario. Quien decide iniciar una huelga de hambre
declara su compromiso de abstenerse de consumir alimentos y/o líquidos durante un periodo de tiempo tan prolongado como sea necesario para alcanzar las demandas que impulsan dicha acción. Por lo mismo, la huelga de hambre ha sido considerada una protesta extrema y altamente controversial, toda vez que su realización conlleva un riesgo a la salud e incluso a la propia vida de quien o quienes la sostienen (Martínez, 2021, p. 72).
Pero este singular método de acción política encuentra sus raíces mucho más atrás en el tiempo. La huelga de hambre ocupa un lugar significativo en la historia y la mitología de Irlanda. Es posible situar sus orígenes en la era pre-Cristiana de la isla ‒siglos VI y V a.C. aproximadamente‒, la de los pueblos celtas, dueños de una fuerte tradición de códigos legales orales (Sweeney, 1993) conocidos como las Leyes Brehonas,4 leyes que incluso, se cree, podrían haber existido antes del arribo de los gaélicos a la isla (Jo-Kerrigan, 2020). Este sistema de leyes proporcionó a la sociedad gaélica estabilidad a lo largo de los siglos regulando las relaciones sociales y políticas por medio de normas, penas y privilegios que se aplicaban con rigurosidad. Los brehones (jueces), en la cúspide de la pirámide social como parte de la aristocracia celta, eran los encargados de diseñar e interpretar con dedicación la ley gaélica e incluso recibían un honorario por parte de los litigantes por dictar sentencia, lo que aseguraba, por un lado, que impartieran fallos justos y cautelosos y, por el otro, que los jueces fuesen responsables personalmente de los daños ante fallos injustos o falsos en cuyo caso perdían los honorarios (Ranelagh, 2014). Los juicios se llevaban a cabo en lugares como lo alto de una colina o bajo un árbol considerado sagrado, por lo tanto, cualquier miembro de la comunidad podía asistir, era necesario asegurar que el procedimiento pueda ser observado por todos (Jo-Kerrigan, 2012).
Las Leyes Brehonas fijaban tres principios: el derecho al acceso a las tierras comunales por parte de todos los hombres; el castigo, similar al de cualquier deudor, de todo hombre libre que no cumpliese con las obligaciones para con su señor o rey y, en tercer lugar, el derecho de indemnización o retribución del que se beneficiaba, en última instancia, una persona agraviada. Es necesario detenernos sobre este último principio ya que da cuenta de la complejidad de la administración gaélica de la justicia. Debido a que no existía una corte regular frente a la cual el acreedor pudiera convocar al deudor, una persona agraviada tenía derecho a realizar una denuncia, y si el infractor respondía a la misma, intervenía un Brehon para evaluar el caso de acuerdo con lo estipulado en la ley (Gorman, 1913, p. 221). Las penas conllevaban multas y en caso de que el infractor se negara a enfrentar el cargo ‒pagar la multa o la deuda‒ se iniciaba un proceso de embargo de las propiedades del deudor ‒en la mayoría de los casos se trataba de caballos, ganado vacuno, ovejas o cerdos‒. Así, se proporcionaba unos días de gracia para que el transgresor pudiera retractarse, enfrentar sus obligaciones y recuperar lo que se le había embargado. El proceso de embargo atravesaba tres fases. En primer lugar, se presentaba el agraviado, junto a un grupo de testigos, a realizar el reclamo. Luego, en la segunda fase, se le otorgaba al infractor un aplazamiento de la deuda a cambio del pago de una fianza (podía ser un objeto de valor o algún miembro de la familia) a modo de garantía (la fianza sería recuperada una vez saldada la deuda), en caso contrario, el embargo era efectuado de manera inmediata. Finalmente, si el acusado se negaba rotundamente a pagar lo que adeudaba era posible apelar a la antigua norma del desquite directo o Ley de Desquite.
Ahora bien, este tipo de procedimiento contemplado por la Ley de Indemnización se aplicaba entre personas del mismo grado, pero en los casos donde la posición social del infractor o deudor era mayor o superior a la del agraviado, este apelaba a otro método de protesta: la huelga de hambre. El demandante se sentaba frente a la puerta del deudor absteniéndose de comida y remitiendo la disputa a un Brehon quién, luego de evaluar la evidencia, dictaba una resolución. Raramente una persona moría por emplear este método de protesta ya que una gran deshonra recaía sobre el demandado que se negaba a someterse a este procedimiento, por lo tanto, se intentaba evitar alcanzar esta instancia pagando la fianza correspondiente. Aunque las leyes brehonas contemplaban la pena capital, se prefería evitar recurrir a ella apelando al elaborado sistema de indemnización y, de esta manera, evitar la prolongación de cualquier tipo de venganza.
El mar de Irlanda representó una barrera natural que resguardó las costumbres de la sociedad gaélica hasta principios de la Alta Edad Media, en especial su sistema legal oral. Pero, con la introducción del cristianismo, las leyes brehonas fueron revisadas. San Patricio fue el encargado de ordenar en el año 438 que las leyes y costumbres de la Irlanda gaélica fueran puestas por escrito. Las leyes que no fueron rechazadas o consideradas obsoletas fueron incorporadas en el “Senchus Mor” o “Gran Libro de las Leyes Irlandesas”. La huelga de hambre como medio de protesta permaneció vigente pero fue resignificado. Para la tradición cristiana, el ayuno y el autosacrificio ofrecido a Dios y asociado al sufrimiento y abnegación de Cristo poseen un valor especial como gestos puramente simbólicos. Así, el ayuno dejó de ser una práctica a la que apelar como medio de restitución para convertirse en un ritual que comenzaba al atardecer y finalizaba al amanecer, cuyo propósito principal era la purificación del alma (Sweeney, 1993).
Para el siglo XVII, a raíz de la conquista de la isla por parte de los ingleses, las Leyes Brehonas fueron reemplazadas completamente. En el año 1612, el noveno año del reinado de Jacobo I, el derecho consuetudinario de Inglaterra ‒Common Law‒ se convirtió en la jurisprudencia de Irlanda.
Será en el último cuarto del siglo XIX, que la imagen del autosacrificio volverá a recobrar un valor esencial en el imaginario irlandés. En este periodo, Irlanda aún padecía el dolor de las heridas provocadas por siglos de sometimiento al imperio inglés ‒como el de la Gran Hambruna‒,5 dolor que solo podía atenuar obligando a sus hijos a emigrar en la búsqueda de un mejor futuro. En este contexto, se produjo un despertar tanto de la práctica religiosa como del nacionalismo junto con un republicanismo militante. Una manifestación de esta fusión político-religiosa fue la satisfacción de las necesidades psíquicas y sociales mediante el autosacrificio (…) Si bien el renacimiento cultural gaélico enfatizó la identidad y las raíces irlandesas y revivió el aprendizaje del idioma irlandés y la práctica de deportes y música irlandeses, también ayudó a resucitar el folclore indígena y la rica herencia literaria gaélica existente previamente a las invasiones inglesas (Sweeney, 1993).
En numerosos poemas y obras de teatro publicados en los primeros años del siglo XX en Irlanda se puede observar una reiteración del tema del sacrificio6 con el propósito de alentar el fervor patriótico. En este contexto, la huelga de hambre reapareció y se volvió un arma fundamental en el arsenal del republicanismo militante, en especial luego del Alzamiento de Pascua de 1916.
En un período de diez años, desde 1913 a 1923, hubo al menos cincuenta huelgas de hambre en Irlanda dirigidas contra el gobierno británico (1913-22) y las autoridades del Estado Libre de Irlanda (1923). En este lapso, alrededor de nueve mil prisioneros, hombres y mujeres, emplearon aquel medio de protesta para reclamar por diversas razones: contra las condiciones carcelarias y el tratamiento de los presos, muchos de ellos encarcelados injustamente, o por cuestiones específicamente políticas. En general, las huelgas de hambre duraban unos días, o mucho más si eran por razones políticas, hasta que lo presos lograban un acuerdo con las autoridades y eran liberados. Pero también hubo huelguistas, los más decididos, que no lograron sobrevivir a pesar de ser alimentados a la fuerza (Sweeney, 1993). Podemos mencionar el caso de Terence MacSwiney, líder del IRA y alcalde de Cork, cuyo fallecimiento luego de 74 días de huelga en la prisión de Brixton, Inglaterra, causó un fuerte impacto a nivel mundial (Rodríguez, 2022) o el caso de Bobby Sands en 1981, del que daremos cuenta en este trabajo.
El Diario, fundación, crecimiento y cobertura internacional
La segunda década del siglo XX representa un parteaguas en la historia mundial. Dentro de lo que se puede considerar como acontecimientos clave, podemos mencionar en el plano internacional el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 o la Revolución rusa de 1917, y en el ámbito local, el avance del yrigoyenismo posibilitado por la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912, que significó la derrota de los sectores conservadores y la victoria del radicalismo en 1916.
Para entonces, Paraná era una ciudad de aproximadamente 72.000 habitantes de acuerdo con los resultados arrojados por el tercer censo nacional. Ubicada a orillas del milenario río del que adopta su nombre y custodiada por sus imponentes barrancas, solo era posible llegar a esta localidad por medio de aviones hidrantes o sobre barcos y lanchas. Sin embargo, estas limitaciones no serían un obstáculo para hacer de la capital entrerriana el escenario de innumerables acontecimientos trascendentales a nivel político y cultural.
A mediados del XIX, luego de la victoria en 1853 del caudillo Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros, la ciudad se erigió como capital de la Confederación Argentina hasta 1861. Posteriormente, fue sede de la primera Escuela Normal7 del país inaugurada durante la gestión presidencial de Domingo Faustino Sarmiento en 1871, institución destinada a la formación de los numerosos inmigrantes que arribaban al territorio al calor de la consolidación del Estado-nación. Aquí también el radicalismo, a principios del siglo XX, logró alcanzar el poder antes incluso de la llegada de Hipólito Irigoyen8 a la presidencia en 1916, por solo mencionar algunos hechos trascendentales.
En 1914 ve la luz, casi de manera desapercibida, un periódico que con el correr de los años terminará por convertirse en un “imperio periodístico” (Riani, 2020, p. 17) en la provincia de Entre Ríos: El Diario. Aunque sus orígenes se suelen asociar con el apellido Etchevehere, en realidad El Diario nace de la mano de un grupo de hombres afines al radicalismo con aspiraciones de alcanzar el poder9 y gracias al desinteresado aporte de numerosos militantes anónimos,10 conscientes de la necesidad de contar con un medio de prensa propio que les permitiera dar a conocer sus ideales políticos.11 Este grupo fundador se encontraba integrado por Miguel Laurencena, dirigente político e inspirador,12 y otros siete hombres, todos entrerrianos, que militaban junto a él.
El Diario adopta su nombre de un periódico porteño homónimo de la época, a modo de homenaje, dirigido desde 1881 hasta 1914 por Manuel Lainez.13 Varios fueron los directores que tomaron las riendas del matutino en sus primeras décadas de existencia, siendo Juan José Castro el director con mayor estabilidad liderando el periódico durante diez años (Riani, 2020).
En lo que a su política editorial refiere, El Diario adhería, por lo menos en sus inicios, a los principios ideológicos manifestados décadas atrás por los revolucionarios que dieron vida la Unión Cívica Radical, defensores de un republicanismo cívico liberal (Cattaruzza, 2009). Sin embargo, aunque El Diario apoyaba de manera explícita a los candidatos del radicalismo, no “estaba dispuesto a escribir para complacer a los gobernadores, es decir, los que fueron sus candidatos, ya en el poder” (Riani, 2020, p. 58). De hecho, El Diario “construyó su discurso sobre la base de los enfrentamientos con sus opositores políticos del momento” (Riani, 2020, p. 55), el conservadurismo en primera instancia, luego el yrigoyenismo y posteriormente el peronismo.
El formato en que se comercializaba era tamaño tabloide, lo que para entonces representaba toda una novedad, y de 16 páginas. Reunía noticias del ámbito local, nacional e internacional mediante cables telegráficos.
Para 1920, El Diario ya se había constituido como una empresa formal, sólida, adoptando un formato más comercial acorde a los nuevos tiempos. Así, el medio entrerriano amplió su infraestructura y comenzó poco a poco a dar los primeros pasos que lo llevarían con el transcurrir del tiempo a convertirse en uno de los periódicos hegemónicos de mayor circulación en la región.
Pero la década del cuarenta también representó una bisagra en la historia de El Diario. En mayo de 1946 asume como director Arturo Julio Etchevehere, hijo de Luis L. Etchevehere, ya fallecido para la época, y la historia del periódico se reescribe. Se instala fuertemente el “relato del fundador único” (Riani, 2020, p. 43) y la figura de Luis L. Etchevehere se impondrá eclipsando al resto de los fundadores.
Para la década del sesenta ya se trataba de una empresa solvente en manos de único dueño. Era sabido que Arturo Etchevehere era un profundo admirador de la Reforma Universitaria, partidario de la Revolución cubana y opuesto a todo lo que tenga que ver con la injerencia clerical en cuestiones de Estado.14 Sin embargo, una vez al frente del periódico, “le puso punto final a la exclusividad que el radicalismo tenía para el tratamiento de las páginas de El Diario” (Riani, 2020, p. 87). Estaba convencido de que para ser plenamente independientes era necesario modernizarse y abrirse, incluso al enemigo político.
La apertura que se dio a partir de la gestión de Arturo Etchevehere también significó la incorporación de cuestiones internacionales de actualidad, en boga en los principales medios de comunicación, sobre las que El Diario también fijó postura.15 Se priorizaban las noticias nacionales e internacionales en la tapa principal con títulos sobresalientes, rayando lo sensacionalista, y acompañados de fotografías ilustrativas (radiofotos) enviadas por las agencias de noticias, europeas (DPA, AFP) y norteamericanas (UPI), pero también nacionales como Télam, que se retroalimentaba de las agencias extranjeras.16
United Press International (UPI) es una agencia internacional de noticias norteamericana que vio la luz en 1958 a raíz de la fusión de United Press Association (UPA o UP), establecida en Nueva York en 1907, y la International News Service (INS), nacida en 1909. Su principal rival era la prestigiosa empresa periodística Associated Press (AP) que desde mediados del siglo XIX lideraba el mercado de la información en Estados Unidos.
La diferencia entre las agencias UP y AP se encontraba en su estilo de redacción. Associated Press pretendía ser un medio objetivo, de encabezados largos y compactos mientras que United Press obligó a sus cronistas “a impartir mucho auténtico colorido a sus despachos para transmitir una versión completa y exacta” (Morris, 1959, p. 60 citado en Botto, 2012, p. 35) apelando a un lenguaje llano y popular.
En el caso europeo, la Agencia France Presse (AFP) era una prolongación de la agencia Havas, clausurada en 1940 por haber estado al servicio de los alemanes durante la ocupación de París. Algo similar sucedió con la agencia Deutsche Presse-Agentur (DPA). La victoria de los Aliados y la ocupación de Alemania obligaron al cierre de la agencia Wolff al servicio de los nazis. Con la reconstrucción del país germano se crearon nuevos periódicos y pequeñas agencias que terminaron por unirse en 1949 dando nacimiento a la DPA en la República Federal Alemana.
En lo que respecta a las agencias nacionales, Argentina cuenta con Télam, agencia fundada en 1945 y en manos del Estado desde 1968. Posee corresponsales distribuidos en las principales provincias y ciudades de país y sus principales ingresos provienen del erario, a diferencia de las agencias estatales europeas que implementan otros mecanismos para poder solventarse (Botto, 2012). La particularidad de las agencias estatales es que “el contenido informativo (…) responde a las necesidades estratégicas de los Estados, aunque en algunos casos, trabajan exclusivamente en función de las necesidades exclusivas del gobierno de turno, por lo que les correspondería el calificativo de ‘agencias gubernamentales’” (Botto, 2012, p. 88). Este fenómeno se dio sobre todo con el regreso a la democracia en 1983. Por lo tanto, las noticias provenientes de fuentes estatales carecen prácticamente de objetividad a no ser que sean una reproducción directa de la información suministrada por una agencia internacional.
Siendo un periódico de peso a nivel local y regional, atento a los acontecimientos mundiales más resonantes, El Diario recurrirá a estas agencias nacionales e internacionales con el propósito de informar de manera detallada sobre lo que sucedía más allá de las fronteras argentinas. Por supuesto, las noticias reproducidas en el matutino inevitablemente estarán atravesadas por la mirada de los corresponsales sujetos a las políticas editoriales de las empresas para las que trabajaban, lo que brinda diversas concepciones sobre los hechos.
Entre Ríos en el contexto de la dictadura militar (1976-1983)
En 1976 un golpe de estado cívico-militar que se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional” instauró un gobierno dictatorial en Argentina que perduró hasta 1983. Para 1981 el gobierno de facto agonizaba debido a los diversos problemas sociales, políticos y económicos que sacudían al país. En este contexto, las relaciones con Inglaterra se tensionaron debido a la disputa en torno a la soberanía de Malvinas, situación que desembocó en un conflicto bélico que finalmente puso en jaque a los militares en el poder.
Para entonces, el abogado Jorge Washington Ferreira era el gobernador provincial vigente, como interventor,17 en reemplazo del militar Carlos Enrique Aguirre. En su rol ejecutivo inició una campaña de concientización sobre lo que significaba Malvinas para los argentinos como territorio irredento, recurriendo a las escuelas y otras instituciones para este operativo y también por medio de actos públicos y eventos solidarios. Además, asumió el papel de vocero entrerriano informando a la población de lo que sucedía en el Atlántico Sur en consonancia con los intereses de la Junta Militar con el propósito de obtener consenso, en especial ante la falta de legitimidad para gobernar (Avile, 2019).
Una de las primeras medidas impulsadas por la dictadura fue la censura. Los medios de comunicación cumplen un rol clave como formadores de la opinión pública, por lo tanto, era fundamental tener el control sobre los mismos. Para esto, por medio de un Comunicado Oficial se estableció que todo medio que difundiera imágenes o divulgara noticias relacionadas con actividades consideradas subversivas o terroristas, o que apuntaban al desprestigio de las fuerzas de seguridad, serían reprimidos. Así, los principales medios estatales fueron intervenidos, entre ellos Télam, la principal agencia estatal en Argentina, que pasó a estar bajo la dirección del coronel Rafael de Piano entre 1978 y 1983.
En el caso de Entre Ríos, antes de ser gobernador, Ferreira había ocupado el cargo de subdirector de El Diario, por lo tanto, tenía una relación muy estrecha con Arturo Etchevehere, lo que garantizaba que el matutino paranaense gozara de una relativa libertad de acción y apoyara las iniciativas del mandatario.
El “volcán norirlandés” y la lucha armada
El fallecimiento de Bobby Sands luego de una huelga de hambre de 66 días de duración significó un punto de inflexión en el conflicto de Irlanda del Norte provocando fuertes resonancias en la prensa mundial. Desde la década del sesenta Irlanda del Norte se veía atravesada por numerosos casos de violencia que tenían como principales protagonistas a protestantes y católicos. La llegada al poder en 1963 de Terence O’Neill por el Partido Unionista18 y su intento por llevar adelante una política de acercamiento entre ambos bandos confesionales no logró calmar las aguas sino, al contrario, alimentó el volcán sobre el que se encontraba Irlanda del Norte. Para Jean-Pierre Carasso ese volcán “cuya erupción en pleno verano de 1969 fue considerada como una catástrofe nacional, era la explotación desvergonzada y la discriminación sistemática que pesaba sobre un poco más de la tercera parte de la población: la minoría católica” (Carasso, 1972, p. 81). Sin ánimos de querer sumergirnos en este debate en clave marxista que nos propone el citado autor, la metáfora del volcán resulta totalmente acertada. Para fines de la década el movimiento de protesta por los derechos civiles iniciado por la NICRA19 terminó por agudizar el conflicto en el Ulster, iniciando un periodo caracterizado por la lucha armada y conocido como The Troubles, que atravesó la década del ‘70 y el ‘80 y que tuvo al Ejército Republicano Irlandés (IRA)20 como un actor clave, reapareciendo tras un periodo de inactividad. Es en este contexto en que se enmarca el caso de Bobby Sands.
En 1981 diez presos del IRA fallecieron en el módulo H de la cárcel de Maze ‒también conocida como Long Kesh‒ en Belfast, luego de una huelga de hambre llevada adelante durante casi tres meses aun a pesar de las advertencias de los líderes del IRA y el Sinn Féin,21 que daban cuenta de una actitud ambivalente frente al accionar de los convictos (Ranelagh, 2014). Entre ellos se encontraba Bobby Sands, el primero en morir.
Robert Gerard Sands ‒más conocido como Bobby Sands‒ nació en 1954 en el seno de una familia católica de clase obrera radicada en Abbot Cross, Newtownabbey, Condado de Antrim, Irlanda del Norte, una zona rural rodeada de granjas e iglesias en su mayoría protestantes. En 1961, a la edad de siete años, se trasladó junto a su familia a una región cercana conocida como Rathcoole donde cursó sus estudios primarios.
A mediados de los sesenta, ese mundo de relativa paz que habitaba Sands comenzó a alterarse cuando se acentuó el sectarismo en la región. Las reformas impulsadas por O’Neill generaron recelo entre los protestantes que temían perder sus ventajas frente a la minoría católica y la aparición del reverendo Ian Peasley22 no hizo más que acentuar las divisiones.
Durante su juventud, Bobby Sands participó en distintas marchas por los derechos civiles y fue testigo de la violencia ejercida sobre los católicos por la policía. Para comienzos de 1972 ya integraba las filas del IRA luego de haber entablado contacto con varios de sus miembros mientras trabajaba en el pub Glen Inn, cercano a Glengormley. En 1973 lo condenaron a prisión por posesión de armas de fuego. Fue liberado en 1976 pero volvió a ser sentenciado tiempo después ‒esta vez a 14 años‒ tras verse involucrado, al parecer, en un tiroteo contra la Royal Ulster Constabulary (RUC), y enviado al pabellón H de la prisión de Maze, en Belfast.
Mientras tanto, en Inglaterra, la victoria del Partido Laborista en 1976, que convirtió a James Callaghan en Primer Ministro, generó efectos adversos para Irlanda del Norte. El nuevo Secretario de Estado designado para la región, Roy Mason, propuso un nuevo enfoque político para el conflicto norirlandés conocido como “Ulsterización”23 cuyo pilar fundamental se encontraba en la eliminación del estatus político de los prisioneros (Sierra, 1999). Ahora, el Gobierno británico los consideraría y trataría como simples delincuentes.24 Esta medida lejos de brindar una solución recrudeció el conflicto ya que la responsabilidad de luchar contra la criminalidad recayó en la RUC y el Ulster Defence Regiment (UDR), ambas fuerzas integradas en su mayoría por protestantes. El ejército británico pasaría a cumplir el rol de colaborador, en especial las fuerzas especiales conocidas como Special Air Services (SAS). Así, el mayor margen de libertad brindado a la policía derivó en un abuso de poder al punto de que en 1978 Amnistía Internacional solicitó que se llevara a cabo una investigación sobre la situación.
El hecho de que los prisioneros ya no sean considerados como presos políticos impulsó a los republicanos del IRA y el INLA25 recluidos en la prisión de Maze a iniciar una serie de protestas. La primera ellas, conocida como la “protesta de las mantas” ‒Blanket Protest‒, tuvo lugar en 1976 y la segunda, denominada “protesta sucia” ‒no-wash, o también dirty protest‒ se llevó a cabo entre 1978 y 1980. Los reclamos no obtuvieron la trascendencia esperada, por lo tanto, a fines de 1980 y principios de 1981 se dispuso a recurrir una vez más a las huelgas de hambre. Para entonces, Downing Street estaba una vez más en manos de los conservadores. Las elecciones habían sido ganadas en 1979 por Margaret Thatcher que endureció su postura contra la lucha armada del IRA a raíz de una serie de asesinatos: el de su máximo colaborador Airey Neave, por el INLA, el de Lord Mountbatten, primo de la reina de Inglaterra, y 18 soldados más, a manos del PIRA.
La primera huelga se inició el 27 de octubre de 1980. De nada sirvió el diálogo entre los miembros de la Iglesia católica y el nuevo secretario de Estado para Irlanda del Norte, Humphrey Atkins, para evitar el conflicto. En sus memorias, Margaret Thatcher afirma que en ningún momento de la negociación hubo intención de concederles estatuto político, pero
el jefe de la RUC creía que hacer algunas concesiones antes de la fecha marcada por ellos ayudaría a controlar la amenaza de disturbios que acarrearía dicha huelga y, aunque no creíamos que con ello pudiésemos evitar la huelga de hambre, estábamos deseosos de ganar la batalla ante la opinión pública. Por lo tanto, acordamos que se permitiera a todos los presos (y no solo a los que habían cometido crímenes terroristas) vestirse de civil aunque no con ropa de su propiedad, siempre que obedecieran las leyes de la cárcel. Como había previsto, aquellas concesiones no evitaron la huelga de hambre (Thatcher, 1994, p. 367).
Seis miembros del IRA y uno del INLA, internos de la cárcel de Maze, sumado a tres mujeres recluidas en la cárcel de Armagh, entre otros huelguistas, iniciaron los reclamos que finalmente llegaron a su fin el 18 de diciembre del mismo año tras alcanzar un principio de acuerdo con el gobierno, mediante un documento, y en especial, ante el grave estado de salud del líder del IRA, Sean McKenna, uno de los huelguistas.
El documento no era del todo confiable ante los ojos del IRA, por lo tanto, continuaron presionando para intentar llegar a un acuerdo confiable en relación con la situación de los prisioneros. Para esto, decidió delegar el asunto en uno de los reclusos, portavoz de los internos: Bobby Sands. Los resultados no fueron los esperados. Las autoridades de la cárcel y el gobierno demostraron poca capacidad de diálogo y se decidió por comenzar una segunda huelga de hambre al año siguiente que tendría como protagonista a Bobby Sands.
La huelga de hambre de Bobby Sands en las páginas de El Diario (1981)
La huelga liderada por Bobby Sands junto al resto de los prisioneros, nueve en total ‒tres pertenecientes al INLA y seis al IRA Provisional‒, se inicia el 1 de marzo de 1981. La mayoría de las noticias sobre este acontecimiento reproducidas en las páginas de El Diario provienen de la agencia UPI, y en menor medida DPA y Télam, dando cuenta de marcados contrastes en el estilo de redacción. Asimismo, el hecho de que un gran número de noticias sobre lo sucedido en Irlanda sean brindadas por un medio norteamericano es significativo al momento de interpretar los acontecimientos si tenemos en cuenta las favorables relaciones irlando-estadounidenses en el periodo, logradas en la gestión del embajador irlandés para Washington, Seán Donlon (Keogh, 2021).
El Diario se hará eco de lo sucedido recién a fines del mes de abril. Una de las razones de la tardía cobertura de lo que acontecía con los huelguistas se debe al escaso apoyo externo que recibieron al inicio de los reclamos:
Al principio, el apoyo exterior hacia los huelguistas fue muy escaso, pero algo ocurrió en esos días que cambió radicalmente el curso de los acontecimientos. Cinco días después de que Bobby Sands comenzase la huelga, Frank Maguire, un diputado republicano elegido por el distrito del Sur de Fermanagh y Tyrone, murió. Para cubrir su puesto, era necesario que hubiese nuevas elecciones en dicho distrito y en la elección de los candidatos fue donde la situación tomó unas dimensiones inesperadas (…) Dada la popularidad que poco a poco iban ganando los huelguistas, los republicanos decidieron presentar como candidato a Bobby Sands, con lo que la victoria era casi segura. Así fue; en las elecciones parciales que se celebraron el 9 de abril, Sands le ganó a su oponente unionista (Sierra, 1999, p. 62).
Como señala Sierra, la situación de los prisioneros adoptó mayor repercusión una vez que Bobby Sands fue elegido diputado a principios del mes de abril. Ya no era un prisionero más, sino un funcionario público y los medios no podían ignorar lo que ocurría.
La primera noticia que menciona a Bobby Sands ‒procedente de UPI‒ se titula “Hubo nuevos incidentes en Irlanda del Norte” (El Diario, 22 de abril de 1981, tapa). A esta altura, Sands ya cumplía 52 días de huelga y se creía que pronto iba a fallecer. Fiel al estilo periodístico de la agencia norteamericana, los hechos se describen recurriendo a un lenguaje que roza el sensacionalismo, rico en detalles y focalizando sobre lo sucedido en las calles buscando capturar la atención del lector. Se relatan los “desordenes” que se desarrollan en Belfast y Londonderry y que son ocasionados por centenares de “jóvenes católicos” enfrentados con las fuerzas británicas en apoyo al “huelguista de hambre de IRA” pero también debido a la muerte de dos jóvenes atropellados y muertos por un “Land Rover” del ejército durante las celebraciones de Pascua. Los disturbios son considerados como “manifestaciones violentas” enfatizando el accionar de los manifestantes y la utilización de bombas Molotov, la construcción de barricadas, el incendio de vehículos, etc. La situación es tal que se resalta el caso de un “adolescente” soldado británico que sufre graves quemaduras en medio de la contienda pero logra ser rescatado por sus compañeros.
Esta forma de redactar los hechos también será visible en otras noticias publicadas en días posteriores que reflejan la escalada del conflicto y que incluso son acompañadas con imágenes ilustrativas de los motines.
Pero además de los disturbios, la nota da cuenta de la visita a la prisión de Maze de tres parlamentarios republicanos ‒Neil Blaney, Sile de Valera y el Dr. John O’Connell‒ que solicitan de forma urgente una reunión con Margaret Thatcher ‒que en ese momento se encontraba en Arabia Saudita‒, dispuesta a recibirlos para tratar el caso de Sands. Asimismo, señala que Sands, ya “resignado a morir”, había recibido la absolución días previos, dando a entender que un miembro de la Iglesia también accedió a visitarlo.
Ante la gravedad de la situación, la Iglesia católica decide intervenir según describen dos notas publicadas también el mismo mes. La primera de ellas se titula “Siguen los disturbios en Irlanda del Norte. Papa” (El Diario, 23 de abril de 1981, tapa). Allí, además de mencionar la continuidad de los disturbios en las calles y del “emocionado” funeral de los jóvenes atropellados por un camión militar británico resalta que, según declaraciones de “simpatizantes de Sands” en Dublín, el nuncio papal Gaetano Allibrandi accedió a visitar a Sands en la prisión y aseguró que el Papa Juan Pablo II “estaba preparado a intervenir en favor de Sands”. La postura de la Iglesia católica es evidente. No condena a Sands, sino todo lo contrario, respalda abiertamente el reclamo del activista, lo que representa, por un lado, un apoyo indirecto al accionar del IRA y, por el otro, la falta de respaldo al Gobierno británico alineado con su primer ministra, firmemente decidida a no reconocer a Sands como prisionero político alegando en sus propias palabras, reproducidas en la nota, que “no puede dársele el status de prisionero político a quien está sirviendo una condena por un crimen. Un crimen es un crimen, no algo político” (El Diario, 23 de abril de 1981, tapa). Por si fuera poco, Thatcher, abierta a reunirse en un primer momento con los legisladores republicanos, ahora se niega rotundamente a dialogar con “tres políticos irlandeses que tratan de disuadirla”.
Desde un principio, Margaret Thatcher fue consciente de que la Iglesia católica era un factor clave a tener en cuenta para desarticular el reclamo de los huelguistas. El 24 de noviembre de 1980 había realizado una visita a Juan Pablo II y en sus memorias así lo relata. El Papa demostraba
tan poca simpatía hacia los terroristas como yo, tal como había dejado en evidencia durante su visita a la Republica el año anterior. Después de que el Vaticano presionara a las altas jerarquías de la Iglesia católica irlandesa, ésta emitió un comunicado instando a los presos a poner fin a la huelga de hambre, aunque al mismo tiempo aconsejaba al Gobierno mostrar cierta ‘flexibilidad’ (Thatcher, 1994: 368).
Evidentemente la postura de la Iglesia católica no será la misma en los meses siguientes donde, según la nota, el Papa está dispuesto a intervenir por la vida de Bobby Sands.
Cinco días después de las declaraciones del Papa, es enviado un emisario personal a Belfast en representación de Juan Pablo II, el reverendo John Magee, “lo que demostró su preocupación por el estado del republicano Bobby Sands” (El Diario, 28 de abril de 1981, tapa), en especial por “los aspectos humanitarios del caso de Sands” (El Diario, 28 de abril de 1981, tapa), de acuerdo a las palabras de un portavoz del Foreign Office.26 Lo llamativo es que el Papa también recibe el apoyo de las iglesias protestantes en Irlanda del Norte:
Los dirigentes de las cuatro principales iglesias de Irlanda del Norte [la católica, la protestante, la presbiteriana y la metodista], urgieron hoy al líder del IRA, Bobby Sands, a que cese su huelga de hambre, mientras grupos paramilitares protestantes se declaraban en estado de alerta (El Diario, 25 de abril de 1981, tapa).
No era de extrañar que Juan Pablo II oficiara de mediador en conflictos internacionales. Sin ir muy lejos, en 1978 Argentina estuvo al borde de enfrentarse a Chile en lo que se conoció como el “Conflicto de Beagle”, pero la presión del Vaticano y Estados Unidos impidieron la guerra y posibilitaron la apertura de las negociaciones con el Papa como árbitro (Novaro, 2016). Y a pesar de que los asuntos vinculados a la Iglesia carecían de un lugar relevante en las páginas de El Diario ‒por lo menos durante la gestión de Arturo Etchevehere‒, la figura del Santo Padre estaba muy presente en la sociedad paranaense, profundamente católica y conservadora ¿Acaso se esperaba que el Papa también intervenga en la disputa por Malvinas?
La Comisión Europea de Derechos Humanos también ejercía presión sobre el Gobierno británico para garantizar la integridad de los huelguistas. Dos delegados fueron enviados a la prisión de Maze a visitar a Bobby Sands (El Diario, 26 de abril de 1981, tapa), pero Sands no accedió a dialogar con ellos dado que le prohibieron la presencia de sus compañeros de cárcel en las conversaciones. Asimismo, la intervención de la Iglesia católica y de organismos europeos a favor de los prisioneros encendió la ira de algunos protestantes, como por ejemplo el ministro Ian Peasley quien, al enterarse de la llegada de delegados de la CEDH, organizó un desfile frente a la prisión de Maze junto a partidarios del Partido Sindicalista Democrático (PSD) exigiendo que dejen morir a Sands y garanticen derechos para los muertos y no los asesinos (El Diario, 26 de abril de 1981, tapa).
Los últimos días de Bobby Sands
A principios del mes de mayo Bobby Sands, sumamente debilitado, comienza a atravesar sus últimos días en la enfermería del hospital de la prisión acompañado de su madre y una de sus hermanas. El Diario da cuenta de la gravedad de su estado en una nota titulada “Bobby Sands está ciego” (El Diario, 3 de mayo de 1981) y “Bobby Sands en estado de coma” (El Diario, 4 de mayo de 1981), donde describe la total pérdida de visión y conocimiento por parte del líder republicano al borde de la muerte. Mientras tanto, frente a la posibilidad de una nueva “explosión de violencia” en el Ulster a raíz de la muerte de Sands, el Papa una vez más exige encontrar una solución que garantice la paz en Irlanda del Norte e insta a los fieles, “católicos y no católicos”, a rezar (El Diario, 4 de mayo de 1981).
Finalmente, con una nota titulada “Murió hoy Bobby Sands” (El Diario, 5 de mayo de 1981, tapa) El Diario anuncia el deceso del líder republicano a los 27 años de edad, luego de 66 días de huelga:
El activista católico soportó estoicamente inenarrables padecimientos a través de 66 días de lenta y torturante disgregación física en la cárcel de Maze, al norte de Belfast.
Pero la integridad espiritual de Sands, y su férrea voluntad irlandesa, le permitieron atraerse la atención pública mundial en el marco de un despliegue periodístico internacional sin precedentes.
En sus dramáticas intervenciones, no desprovistas de pose en los primeros días, Bobby Sands dijo que su propia muerte convertiría al convulsionado Ulster en un infierno para las tropas y las fuerzas de seguridad británicas (El Diario, 5 de mayo de 1981, tapa).
La nota perteneciente a Télam navega entre la reivindicación de la figura de Sands ‒cuyo padecimiento es narrado de manera épica destacando su “férrea voluntad irlandesa” ‒ y la fuerte condena al IRA, dejando entrever al mismo tiempo cierta animosidad hacia el trato desplegado por parte del Gobierno británico:
Sands inició una huelga de hambre el primero de marzo pasado para exigir de las autoridades de ocupación del Ulster (administración británica) el reconocimiento de “status” de preso político para todos los reos miembros de las organizaciones clandestinas cuyo objetivo es forzar a la corona del Reino Unido a abandonar el territorio nordeste de la isla, y admitir su unificación con el Eire (República de Irlanda).
(…)
Sands de 27 años, que mereciera severo trato de la prensa londinense, pertenecía a una siniestra organización que produjo ya 2.000 muertos y casi 30.000 heridos en una de las páginas más negras de la historia de la humanidad, en un poco más de una decena de años (El Diario, 5 de mayo de 1981, tapa).
Thatcher estaba decidida a no dar el brazo a torcer, sin importar las consecuencias. En sus memorias señala:
Michael Foot, por entonces líder de la oposición, vino a verme para pedir concesiones para los huelguistas (…) Le recordé que las condiciones en la cárcel de Maze eran de las mejores, muy por encima del estándar general de las demás cárceles británicas abarrotadas. Ya se habían introducido muchas más mejoras de las que el año anterior había recomendado la Comisión Europea de Derechos Humanos. Le dije a Michael Foot que se había dejado manipular. Lo que los presos terroristas querían era un estatuto político, y no iban a conseguirlo (…) Se podía admirar el coraje de Sands y de otros huelguistas que murieron de hambre, pero no sentir simpatía por su causa criminal. Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos para persuadirles de abandonar su actitud (Thatcher, 1994, p. 369).
Asimismo, resulta interesante también analizar el lenguaje gráfico de la nota publicada por Télam. La imagen principal que acompaña al titular no es la de Bobby Sands, sino la de un manifestante en medio de los disturbios callejeros. En el epígrafe se lee: “Un enmascarado junto a los vehículos incendiados ayer en Belfast por los elementos católicos del IRA” (El Diario, 5 de mayo de 1981, tapa). Tratándose de una agencia estatal ‒intervenida por el gobierno militar en el periodo estudiado‒ no es de extrañar que a la hora de narrar los hechos se utilice un lenguaje, verbal y gráfico, despectivo hacia una agrupación paramilitar, el Ejército Republicano Irlandés (IRA), tachándola de “clandestina” y “siniestra” y reforzando esta concepción con imágenes de alto impacto. No obstante, la lucha de republicanos por liberarse del dominio de Inglaterra se amalgama al reclamo de las autoridades militares por la soberanía de Malvinas, lo que explicaría algunas expresiones como “forzar a la corona del Reino Unido a abandonar el territorio…” y “admitir su unificación”.
Consideraciones finales
La prensa escrita jugó un rol importantísimo como órgano de la Junta Militar a la hora de dar a conocer todo lo que sucedía en el Atlántico Sur e influir en la opinión pública. En este sentido, se infiere por el tenor de los relatos que los periódicos provinciales se alinearon a la agenda de la prensa nacional. Incluso, la prensa étnica, en especial el periódico The Southern Cross,27 megáfono de la comunidad irlando-argentina nucleada en la Federación de Sociedades Irlandesas de la República Argentina, celebró la recuperación de las islas y ejerció presión sobre la embajada irlandesa para obtener su apoyo (Keogh, 2021). Ahora, tanto Irlanda como Argentina tenían un enemigo en común: Inglaterra, por lo tanto, no es de extrañar que en el marco del conflicto anglo-argentino por las islas Malvinas todo lo sucedido en Irlanda ‒cuya política exterior se orientaba de manera favorable hacia América Latina como nunca (Keogh, 2021) ‒ cobrara una mayor centralidad.
La muerte de Bobby Sands constituyó un punto de inflexión en el conflicto de Irlanda de Norte. A su funeral asistieron alrededor de cien mil personas y, como era de esperarse, el “volcán norirlandés” se reavivó. Las huelgas de hambre en la prisión de Maze continuaron y los motines volvieron a tomar las calles. Y tal fue la magnitud que adquirió el caso de Sands en la prensa mundial que incluso el periódico paranaense El Diario siguió de cerca lo sucedido, lo que podemos corroborar al observar el incremento de noticias relacionadas y reproducidas durante los meses analizados de 1981.
Para la década del ochenta, el matutino se había modernizado. Los temas de actualidad y las noticias internacionales ahora ocupaban un espacio mayor en sus páginas. Y a pesar de que en el contexto de la dictadura los medios de comunicación estaban intervenidos, El Diario gozaba de relativa autonomía gracias a las estrechas relaciones de su director con el gobernador de turno, quien no dudo en apoyar la intervención militar en el Atlántico Sur e incluso impulsó una campaña de concientización sobre la importancia de Malvinas, para la que el periódico paranaense fue funcional.
Por supuesto, la interpretación y reproducción de lo acontecido en Irlanda del Norte estaba condicionada por la mirada de las agencias extranjeras, o nacionales, que proveían la información y operaban como lentes por medio de los cuales los redactores de El Diario observaban los hechos que luego plasmarían en sus editoriales. Esto se hace patente en el caso de la huelga de hambre de Bobby Sands, cuando comparamos las noticias de UPI y Télam. Mientras que la primera pone el foco en los disturbios y la violencia perpetrada en las calles utilizando un vocabulario sensacionalista que apela a las emociones del lector, la agencia estatal ‒intervenida por el gobierno militar para la época‒ relata los hechos en un tono más serio, condenando, por un lado, la violencia ejercida por grupos paramilitares pero reivindicando al mismo tiempo la figura de Sands, su “integridad espiritual” y “férrea voluntad irlandesa” que le permitieron “atraerse la atención pública mundial”, y la lucha irlandesa frente a la postura inflexible del Gobierno británico que ahora también demostraba una actitud similar hacia Argentina y su reclamo por Malvinas.
En definitiva, la prensa provincial no se limitaba a la simple descripción de los hechos acontecidos en Irlanda del Norte sino que reinterpretaba el conflicto irlandés a la luz de la guerra de las Malvinas con el propósito de condenar el accionar de Inglaterra como potencia imperialista, usurpadora de territorios que no le pertenecían, opinión que también sostenían fuertemente los medios nacionales en consonancia con el gobierno militar con el propósito de legitimar su belicismo.
Fuentes documentales
Archivo General de la Provincia de Entre Ríos. Ejemplares de El Diario, relativo al año 1981.
Sitios web de consulta
El coronel Rafael de Piano, el represor que fue director de Télam. Recuperado el 26 de enero de 2023 de https://www.telam.com.ar/notas/202203/588141-coronel-de-piano-interventor-chubut-represor-bahia-blanca-director-de-telam.html
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Notas
Recepción: 22 marzo 2023
Aprobación: 02 diciembre 2023
Publicación: 01 mayo 2024