Reseñas
Reseña de Manzoni, G. (2021). Organizar la paz. Las mujeres y las luchas contra la guerra en América Latina (1910-1936). Grupo Editor Universitario. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 86 páginas
En el ya clásico Historia del siglo XX, Eric Hobsbawm (1995) nos recuerda –con su estilo sagaz, aunque eurocentrado– que el período de Guerras mundiales (1914-1945) significó el derrumbe de la civilización decimonónica. Señala que desde hacía un siglo no se producía una guerra importante en territorio europeo, pues ninguna gran potencia se había enfrentado con otra más allá de su región de influencia inmediata. Pero la “Gran Guerra” inauguró, en 1914, una de las matanzas más espeluznantes del siglo XX. Sólo en la batalla de Verdún se enfrentaron dos millones de personas y hubo un millón de bajas. Por su intensidad y dimensiones –que adquirieron magnitudes cuasi mundiales, al menos en lo tocante a que involucraron a todas las grandes potencias– esta conflagración fue traumática. Entre sus implicancias y consecuencias, destaca una brutalización de la guerra y de la política en desmedro del respeto por el valor de la vida humana y del hundimiento de los valores liberales que sostenían el Estado de derecho. Además, la mala sutura provocada por los tratados de paz conllevaron intensos recelos, incluso entre las naciones vencedoras.
Si bien un novel acervo de investigaciones ha abierto los interrogantes hacia diversos aspectos y problemas vinculados a la Gran Guerra, así como también los enfoques de estudios trasnacionales han dado lugar a aristas hasta entonces inexploradas, tal vez los estudios históricos no han enfatizado suficientemente en la contracara de aquellos horrores bélicos. Si la pérdida de certidumbres, confianza y optimismo que caracterizaron ese período dieron lugar a la dificultad de escudriñar por qué vivir y por qué morir, como señaló hace tiempo José Luis Romero (1979), también la convicción pacifista, antibelicista y antimilitarista cobraron un tenor revolucionario en ese marco. Por supuesto, no eran nuevas. Se habían forjado al calor de otros conflictos y buscaron –de distinto modo– evitar las consecuencias nefastas de las conflagraciones.
En este escenario se mueven los sujetos políticos que recorta el estudio de Gisela Manzoni. En su obra –fruto de su tesis doctoral– esta historiadora elige analizar a las mujeres de distintas tendencias político-ideológicas para evidenciar la compleja trama en la que actuaron; a veces, de manera conjunta, otras, por separado. La autora, de manera original, se pregunta cómo pensaron estas mujeres aquellos acontecimientos europeos que se mundializaron, así como también abreva en las tensiones guerreristas que sufrió el continente americano, a veces como amenazas –tal el caso de los conflictos limítrofes entre Argentina y Chile–, a veces como confrontación sangrienta –como sucedió en la Guerra del Chaco–. Lejos de la intención de simplificar el cuadro desde el punto de vista de género (los varones son belicistas; las mujeres, no), Manzoni evidencia las variopintas posiciones que fueron asumiendo distintas voces.
El primer capítulo del libro hace una lectura a contrapelo de un evento sumamente transitado por la historia de las mujeres. Esto es, el Primer Congreso Femenino Internacional –hito significativo en la organización y la lucha por los derechos femeninos, auscultado en particular en torno de los debates proteccionistas de las mujeres y los derechos civiles y a la educación (Lavrin, 2005 [1995]; Barrancos, 2002) – y el III Congreso Femenino Internacional –mucho menos conocido, más allá del abordaje de Dora Barrancos (2002) –, en particular, en torno de las contradicciones sobre el sufragio y las posiciones antiimperialistas. Gisela Manzoni, sin embargo, logra delinear argumentos propios iluminando los aspectos vinculados a la educación pacifista y los debates sobre el arbitraje internacional.
En el segundo capítulo, a partir del análisis del Congreso Internacional por la Paz, realizado en 1915 en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, la autora pone en escena la interlocución del movimiento anarquista. En este caso, señala cómo ese marco fue refugio de un Congreso suspendido en Europa y que, con notable esfuerzo, dado el carácter eminentemente proletario de sus partícipes, se convirtió en una voz alternativa en medio del conflicto estallado el año anterior. De manera vibrante, Manzoni despliega las posturas críticas respecto del pacifismo que tuvo el movimiento ácrata, el modo en que se posicionaron contra el militarismo –como doble faz de la violencia ejercida internamente por el Estado y, asimismo, de la desplegada en virtud de los intereses imperialistas que llevaban al conflicto– y su defensa de la violencia revolucionaria, promesa de un futuro en el que la libertad y la igualdad cobrarían nuevos sentidos. Allí, la autora nos hace escuchar el clamor que despertaba Juana Rouco Buela, la joven libertaria que, con su oratoria, encendió las calles en favor de una posición crítica de la Primera Guerra. Esta postura, lejos de reproducir las posiciones del “grupo de los 16” –sector particular del anarquismo proclive al apoyo a los países de la “Entente” liderada por Francia, Rusia y Gran Bretaña–, denunció al conflicto como apoteosis de las luchas imperialistas y por ende rechazó el apoyo a cualquier bando.
Las dosis en que socialistas y anarquistas combinaron el antimilitarismo, el pacifismo y el antibelicismo fueron fuente de confrontación a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. A su vez, tuvieron un reverbero especial debido a las críticas que también vertieron contra las posiciones del gobierno argentino, incluidas las de figuras como Carlos Saavedra Lamas.
Finalmente, el libro aborda otros eventos que reunieron diferentes posiciones, incluidas las del comunismo que, para la década de 1930, ya se había convertido en un actor clave del escenario geopolítico internacional. Sin duda, como señaló en su momento Edward Carr (1983), la Revolución Rusa implicó el primer desafío abierto al sistema capitalista, vista por muchos como causa y consecuencia del declinar del capitalismo: surgida en un período de crisis profunda de este sistema, a la par que su existencia contribuía a reforzarla. De hecho, se dio en un momento crítico de la Primera Guerra Mundial, lo que a su vez reveló la inestabilidad intrínseca del capitalismo. Tras el estallido de la Revolución Rusa, una oleada revolucionaria se desató en los dos años siguientes en el continente europeo. Sin embargo, para los años ‘30, el encumbramiento del poder de Stalin en la URSS acompañado por las directivas impulsadas por la Comintern –la “Tercera Internacional” bajo los lineamientos soviéticos– buscaron regular la vida del resto de los círculos comunistas surgidos en las diversas partes del globo. En general, la historiografía ha insistido en la verticalidad y ha presentado una idea simplificada de esas relaciones entre la URSS y el comunismo internacional. Pero investigaciones posteriores han dado lugar a los matices y complejas formulaciones que asumieron los comunismos en distintas partes del globo, según las condiciones específicas de cada espacio y la posibilidad de explorar ciertas alianzas en contextos muy diversos que se apegaban poco a modelos ideales –más allá de los meros virajes estratégicos de la Comintern–. En ese sentido, algunos trabajos recientes exploraron, en particular, el modo en que la organización de las mujeres cobró un variopinto de posibilidades en Iberoamérica, no obstante, la voluntad de unificar las posiciones desde la Comintern (Valobra y Yusta, 2017). Justamente, en el trabajo de Manzoni apreciamos la disputa político-ideológica que tuvieron socialistas, libertarios y comunistas en la ciudad de Montevideo, en 1933, y en la ciudad de Buenos Aires, en 1936. De hecho, se trata de dos contra-congresos que intentaron ser contrapeso de ceremonias oficiales, tales como la Reunión de estados americanos, en el primer caso –con el Congreso Antiguerrero Latinoamericano–, y con el Congreso de la Paz –que contó con la presencia de Franklin Delano Roosvelt–, y su contracara, la Conferencia Popular por la Paz.
En 1933, se aprecia la particular orientación de la dirigente comunista Nydia Lamarque. Así, a contrapelo de ciertos estereotipos sobre las posiciones de esa militancia, esta escritora fustigó a las mujeres organizadas –ya lo había hecho en el III Congreso Femenino Internacional, donde boicoteó la propuesta de derechos que allí se trataba– y volvería a ser ariete contra las posiciones libertarias y socialistas en Montevideo. Por su parte, Alicia Moreau de Justo fue la gran organizadora del evento popular de 1936. Sin embargo, su figura y posiciones fueron sobrepasadas por el protagonismo de la alianza de mujeres intelectuales de la elite y de las comunistas que, en el marco de la política de frentes, conformaron la Unión Argentina de Mujeres y monopolizaron la relación con las representantes de la Comisión Interamericana de Mujeres –de esta manera, la autora retoma aspectos tematizados por autoras como Katherine Marino (2018) y, más recientemente, Sandra Mc Gee Deutsch (2023)–. Esa alianza daría influjo a la conexión entre derechos de las mujeres, en particular los políticos, la democracia y la paz, en términos soviéticos. Es decir, crítico de los otros autoritarismos y ciego al propio.
El libro, en conjunto, evidencia también los usos estratégicos de la idea de maternalismo político, definido en su momento por Marcela Nari (2005). El caso de las libertarias es, sin duda, el más elocuente: lo discutían en relación a una supuesta maternidad paridora de las mujeres y lo invocaban para movilizar a las mujeres contra la guerra.
El texto, que integra la colección Puntos de Fuga dirigida por Nadia Ledesma Prietto para la Editorial Grupo Editor Universitario, tiene la virtud de abrir una hendija para mirar una serie de fenómenos mundiales que hasta ahora sólo se creía posible de analizar desde una posición eurocéntrica. La autora evidencia la impronta que Latinoamérica dejó en esos procesos y, asimismo, cómo fueron resignificados. En un formato breve y ágil, el libro se hace muy accesible para lectores no avezados y, a su vez, conmueve la mirada sobre hechos tradicionalmente analizados con prescindencia del relevante papel que ocuparon las mujeres en aquellos movimientos. La obra incita a repensar los temas y, asimismo, abre a nuevas investigaciones monográficas que profundicen los temas con nuevas preguntas, enfoques conceptuales y corpus documentales. Una apuesta editorial de amplio alcance, con sólido trabajo documental que invita a la lectura.
Referencias
Barrancos, D. (2002). Inclusión / Exclusión. Historia con mujeres. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Carr, E. (1983). La revolución rusa de Lenin a Stalin, 1917-1929. Madrid: Alianza.
Hobsbawm, E. (1995). Historia del siglo XX. 1914-1991. Barcelona: Crítica.
Lavrin, A. (2005) [1995]. Mujeres, feminismo y cambio social en Argentina, Chile y Uruguay 1890-1940. Santiago de Chile: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.
Marino, K. M. (2018). Feminism for the American The Making of an International Human Rights Movement. Chapel Hill: University of North Carolina Press.
McGee Deutsch, S. (2023). Gendering Antifascism: Women’s Activism in Argentina and the World, 1918-1947. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.
Nari, M. (2005). Políticas de maternidad y maternalismo político: Buenos Aires (1890— 1940). Buenos Aires: Biblos.
Romero, J. L. (1979). El ciclo de la revolución contemporánea. Buenos Aires: Huemul.
Valobra, A. M. y Yusta Rodrigo, M. (Eds.). (2017). Queridas Camaradas. Historias iberoamericanas de mujeres comunistas, 1935-1975. Buenos Aires: Editorial Miño y Dávila.
Recepción: 05 junio 2024
Aprobación: 17 octubre 2024
Publicación: 01 diciembre 2024