Anuario del Instituto de Historia Argentina, vol. 16, nº 1, e016, abril 2016. ISSN 2314-257X
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Historia Argentina y Americana

 

RESEÑAS/REVIEWS

Fradkin, Raúl O. y Gelman, Jorge. Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político. Buenos Aires, Edhasa, 2015, 475 páginas

 

Pablo Canavessi

Universidad Torcuato Di Tella, Argentina
canavessipablo@gmail.com

 

Cita sugerida: Canavessi, P. (2016). [Revisión del libro Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político, por R. Fradkin y J. Gelman]. Anuario del Instituto de Historia Argentina, 16(1), e016. Recuperado de http://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/view/IHAv16n1a16

 

El libro de Jorge Gelman y Raúl Fradkin aborda la vida y la época de Juan Manuel de Rosas, el personaje más controversial de la historia argentina del siglo XIX. Estructurado en diez capítulos, el libro comienza con una síntesis de las controversias y las interpretaciones que surgieron en torno a la figura de Rosas y a su particular liderazgo en los siglos XIX y XX. Mediante un ágil recorrido por las publicaciones de la Generación del 37 y la pluralidad de publicaciones periódicas y literarias que abordaron al caudillo a lo largo del siglo XIX, los autores remarcan cómo las primeras interpretaciones forjaron tópicos que, con diferentes variantes, determinaron las perspectivas de los trabajos historiográficos producidos hasta 1980. Si bien las formas de abordar el rosismo fueron variando a lo largo del siglo XX, las investigaciones tienen una falencia en común según los autores: centraron su atención más en la figura de Rosas que en el medio social que produjo su liderazgo. Sin embargo, en los últimas tres décadas la historiografía comenzó a incorporar nuevos enfoques y perspectivas que renovaron por completo la historia política, social y económica en el marco de la transición del orden colonial al independiente, y más específicamente los estudios sobre las sociedades indígenas pampeanas y las clases populares De allí surge precisamente el punto de partida de los autores, quienes se proponen desarrollar la emergencia y la trayectoria de Rosas incorporando estos aportes con el objetivo de brindar una perspectiva renovada.

Por la importancia que se le da al estudio del entorno social en el que Rosas se desenvolvió, no se trata de una biografía convencional centrada únicamente en la descripción de la vida del individuo. Esto se percibe desde el primer capítulo titulado “familia y ambiente social” en el cual los autores desarrollan las principales características de la sociedad porteña en general y de la familia Rosas en particular enmarcando el nacimiento de Juan Manuel en un contexto rural dinámico y cambiante. A diferencia de las visiones tradicionales, que han tendido a ver en los antepasados de Rosas los rasgos que lo prefiguran o determinan, los autores desarrollan el proceso de construcción de liderazgo, de autoridad y de relaciones sociales en la campaña a través de la trayectoria de su abuelo y de su padre, atendiendo a las características del liderazgo militar y de los cambios económicos y sociales que se produjeron en la región sur de la campaña bonaerense durante la transición del orden colonial al independiente.

El hecho de enfatizar la trayectoria del padre y remarcar el rol que tuvo éste en la formación de Rosas es un elemento original del libro. Asimismo, a pesar de la dificultades que plantea reconstruir la infancia y juventud del caudillo por la escasez de fuentes, los autores complejizan la visión del “Rosas estanciero”, remarcando que su particular formación lo convirtió en un “mediador cultural” capaz de moverse con soltura tanto en la campaña como en la ciudad y relacionarse tanto con las elites como con los sectores populares y los pueblos indígenas, un factor central a la hora de comprender la construcción y las características de su liderazgo.

La crisis de 1820 constituyó un punto de inflexión en la vida de Rosas en particular y en la historia rioplatense en general. En el segundo capítulo, para comprender el papel del caudillo nuevamente los autores ponen el foco en la dimensión social del proceso que tenga en cuenta no sólo las disputas intraelites en la capital virreinal, sino también el accionar de los sectores populares y en los múltiples cambios que atravesaba la campaña. Aquí Fradkin y Gelman demuestran su profundo conocimiento sobre la historia rural rioplatense, al desarrollar los distintos niveles de conflicto por los que atravesaba la provincia en ese momento tanto en la campaña como en la capital virreinal.

En este escenario Rosas construye su liderazgo militar eligiendo colocarse al frente del 5° Regimiento de Milicias de Campaña, lo que revela para los autores que Rosas percibía la relevancia política que adquiría el aparato militar en la campaña. Aquí recogen las investigaciones centradas en el funcionamiento de las milicias rurales para postular que las fuerzas que comandaba no estaban compuestas por peones de sus estancias y que su poder estaba lejos de ser absoluto, sino que su liderazgo estaba sujeto a una negociaciones constantes. En esta clave interpretan los autores la negativa de Rosas a la orden de Rodríguez de movilizar las milicias en tiempos de cosecha y, hecho que revela tanto el conocimiento de Rosas de la tradición miliciana, como las dificultades que experimentaba para disciplinar a su tropa y los riesgos en que incurría en sus relaciones con otros propietarios rurales.

A partir de este desacuerdo, Rosas baja el perfil y se retira a cumplir su compromiso de entrega de ganado a Santa Fe para garantizar la paz en la campaña. Aquí los autores sortean satisfactoriamente la tentación de apelar a evidencias posteriores, teniendo en cuenta el fuerte vínculo que forjó Rosas con el gobernador santafesino, y logran ilustrar las dificultades que presentó esta tarea. Para los autores el cumplimiento de su promesa es prueba de su ascendente en la campaña y de su intención de erigirse como portavoz de los hacendados. Es justamente en esta clave que los autores analizan la memoria del caudillo sobre la situación de la frontera y la campaña, un documento que revela la claridad que Rosas tenía acerca de las consecuencias sociales de la revolución y sus posibles soluciones para garantizar la paz para los propietarios. Entre ellas se destacaba la creación de un gobierno de campaña, donde sean los propietarios los que garanticen el orden y no un poder externo al ámbito rural. Es remarcable el cuidado permanente de los autores en no confundir las aspiraciones de Rosas con su influencia concreta, ya que si bien era un actor relevante en el sur de la campaña su autoridad no era indiscutible y estaba sujeta a negociaciones y revalidaciones constantes.

En el cuarto capítulo, los autores desarrollan las acciones de Rosas desde que se consolida como opositor de Rivadavia hasta que es elegido finalmente gobernador. Allí narran los vaivenes de su postura frente a la guerra con Brasil, su compleja relación con Dorrego y finalmente su ascenso luego del fusilamiento de este último. Las perspectivas y la interpretación de estos hechos es especialmente original y rica en comparación a otras biografías del personaje, ya que incorpora un enfoque que tiene en cuenta las acciones y percepciones de las clases populares, revisando por completo las interpretaciones sobre el levantamiento rural que llevó al poder a Rosas en 1829. En efecto, los levantamientos a pesar de invocar su nombre se produjeron en partidos de campaña en los cuales éste tenía escasa influencia y surgieron por iniciativa de líderes intermedios, lo que revela los límites y alcances de la autonomía de los sectores populares en la construcción de liderazgos. Mediante un estudio riguroso de la situación social y económica de la campaña en estos tres años, los autores logran desentrañar los conflictos que atravesó la campaña en esos años incorporando los recientes estudios sobre sociedades indígenas y el fenómeno del bandolerismo.

Contra las visiones tradicionales que entendieron al caudillismo como una manifestación de la ausencia de instituciones luego de la ruptura del orden colonial, Fradkin y Gelman remarcan el fuerte sustento legal e institucional que caracterizó a su gobierno. Nuevamente hacen hincapié en que su liderazgo, y las polémicas facultades extraordinarias, debían ser revalidados continuamente a través de elecciones. Por otro lado, estos historiadores se cuidan de no caer en simplificaciones, buscando remarcar los límites, alcances y variaciones que experimentó el liderazgo rosista en las distintas coyunturas y en las distintas regiones de la Confederación. De esta manera, al analizar su relación con los indios, las provincias y la heterogénea composición de su gabinete y de las listas electorales, los autores identifican la construcción de un “gobierno de conciliación” que se radicaliza ante la amenaza unitaria y se debilita una vez que esta es eliminada. En este capítulo los autores logran sintetizar exitosamente las principales características del primer gobierno.

En “El interregno 1832-1835. La expedición contra los indios, la Revolución de los Restauradores y un regreso con gloria” los autores exponen, en primer lugar, los objetivos, las principales características y las consecuencias que tuvo la campaña al desierto, utilizando los aportes de Silvia Ratto y sus estudios en torno al “Negocio Pacífico” con los indios. Asimismo, mediante un riguroso análisis de la correspondencia que mantuvo Rosas con Encarnación Ezcurra y otros líderes intermedios, analizan el grado de autonomía de estos agentes, centrando la atención especialmente en la relación entre la esposa de Rosas y las clases populares. La importancia central que tuvieron estos sectores en la vuelta al poder de Rosas y su ascendente en la campaña, se refleja asimismo en los intentos de los federales “cismáticos” de socavar el apoyo a Rosas, un sustento que no era automático sino que debía ser revalidado una y otra vez con retribuciones materiales. De esta manera, mediante un análisis de las elecciones, las disputas en la prensa y las iniciativas y composición de la Mazorca y la Sociedad Popular Restauradora, los historiadores completan el cuadro de agitación política que vivía Buenos Aires en ese período.

El capítulo 7 y 8 abordan en conjunto el segundo gobierno de Rosas. El primero de ellos se divide en dos partes y desarrolla, en primer lugar, la consolidación de la autoridad de Rosas en las provincias a través de una combinación de coerción, persuasión y concesiones. Mediante un análisis de la correspondencia con los gobernadores, los historiadores ilustran los medios por los que se valió Rosas para someter a las provincias a su voluntad, valiéndose tanto de su astucia personal como de la brecha económica entre Buenos Aires y el resto de las provincias. El análisis es correcto aunque el foco está centrado en Buenos Aires, lo que es una prueba de la ausencia de estudios que analicen este proceso desde las provincias, atendiendo a las dinámicas provinciales y regionales para obtener un análisis más profundo y detallado de la expansión del rosismo.

Por otro lado, en la segunda parte del capítulo 8, Gelman y Fradkin abordan la primera crisis del rosismo, sus causas y sus consecuencias. Mediante un recorrido por los principales desafíos al orden rosista, los autores destacan la efectividad de la red de relaciones que Rosas había construido en la campaña y el rol que cumplieron los “indios amigos” en las batallas como factores fundamentales en la derrota de las iniciativas opositoras. El análisis de la relación de Rosas y las tribus amigas es muy destacable, dado los historiadores reconocen su lealtad pero, a su vez, como prueban el análisis de los saqueos efectuados por los indios, consideran a estos agentes como sujetos activos capaces de llevar adelante iniciativas propias.

El capítulo 9 es un capítulo central- importancia que se refleja en su gran extensión- ya que en él los autores desarrollan el periodo de “pax rosista”, esto es el periodo que va de 1840 a 1852. Entre ambos años, Rosas logró construir una sólida hegemonía transformándose en el líder indiscutido de la confederación gracias a un conjunto de factores entre los que se destacan la muerte de líderes federales de importancia como Quiroga y López, la eliminación de toda disidencia, el disciplinamiento de la clase terrateniente, el apoyo de las clases populares y la brecha económica entre Buenos Aires y el resto de las provincias y la construcción de un discurso de tintes americanistas. Aquí los autores aprovechan para retomar los aspectos que tienen que ver con la vida privada del caudillo, un aspecto naturalmente relegado a causa de que el meteórico ascenso de su figura y la agitación que experimentó la región en las décadas del veinte y del treinta no le dan respiro al lector. De esta manera, los autores dedican algunas páginas a la descripción de sus quintas y sus jardines, a la vida de Manuela y su compleja relación con su padre y a sus numerosos amoríos. Por otro lado, desarrollan sus vínculos personales con personajes que, provenientes de diversas clases sociales, eran engranajes claves del sistema, como Vicente González, Pedro De Angelis, los hermanos Anchorena, los Moreno, Manuela, Encarnación, entre otros.

Por otro lado, Fradkin y Gelman indagan sobre las características de la participación electoral, factor clave para garantizar la persistencia del dominio rosista. El despliegue de funcionarios en la campaña como Jueces de Paz, comandantes y clérigos fueron elementos claves para extender redes de mando sobre la campaña, garantizar tanto el reclutamiento militar como la adhesión incondicional a su persona y, en un proceso más amplio, extender a través de estas instituciones la presencia del Estado. Sin embargo, pese a haber conseguido niveles de adhesión y de estabilidad inéditos, el despliegue de este repertorio de control no estaba exento de tensiones y resistencias que se expresan en la arena de la justicia. Para los autores el reforzamiento de la persecución policial y la burocratización de los procedimientos punitivos eran el reflejo de un Estado que se desplegaba y que dejaba cada vez menos resquicios para la resistencia de los sectores populares, que de todas maneras se expresaba en la evasión del reclutamiento, la deserción y en la proliferación del bandolerismo. Por otro lado, sugieren que las tensiones se tradujeron en fuertes disputas intraelite al interior de los pagos, una cuestión que requeriría la proliferación de estudios microhistóricos que nos brinden un análisis del tema en distintos niveles.

Finalmente, a través de una pluma ágil, los autores describen la caída de Rosas y su posterior exilio en Inglaterra. Allí los autores luego de destacar el excelente vínculo que Rosas mantuvo con el gobierno inglés, vuelven a retomar la vida privada de un individuo que súbitamente paso de ser el jefe supremo de la Confederación a quedar relegado a la figura de “farmer solitario”. En este breve capítulo los autores logran reconstruir, pese a la escasez de fuentes, los vínculos, los sentimientos y la vida cotidiana del personaje a través de su correspondencia. Entre traiciones sorpresivas y lealtades reafirmadas, quien fuera el propietario más poderoso de la Confederación, languidece en sus modestas propiedades hasta su muerte.

El capítulo diez sirve de cierre. Aquí los historiadores resumen los principales aspectos de la hegemonía rosista retomando algunas conclusiones y ampliando ciertas cuestiones. Los límites de acción que tenía como hacendado, su relación con los indios y con otras naciones y un abordaje de las disputas facciosas canalizadas a través de la prensa son los principales nudos tratados por los autores. La profundidad del análisis que despliegan a lo largo de la obra le permite dar una respuesta matizada a la pregunta de si Rosas efectivamente era un representante de las clases propietarias o un líder popular. Para responderla eluden el maniqueísmo que dominó la historiografía tradicional, planteando que en gran medida fueron ambas cosas de acuerdo, respuesta matizada que ilustra las complejidades y los conflictos que atravesaba la sociedad rioplatense y las características cambiantes del liderazgo rosista.

En síntesis, el lector que se acerca al libro se sorprende por la solidez de una obra que no cae en lugares comunes y casi no deja resquicios o aspectos sin analizar. Esto hace del libro una obra fundamental para comprender desde la perspectiva del caudillo, la compleja coyuntura política, social y económica que atravesaba el Río de la Plata en las décadas posteriores a la revolución. Aun así, dos aspectos quedan pendientes para futuras investigaciones: por un lado, la construcción del rosismo en las provincias y, por el otro, la evolución de la identidad rosista en las clases populares en el período posterior a la caída del líder. La historiografía en el futuro deberá ocuparse de estos temas pero partiendo de la obra de Gelman y Fradkin, la cual constituye un piso sólido y un punto de llegada del proceso de renovación historiográfica rioplatense, de tal magnitud, que nos permite repensar la vida y el liderazgo de uno de sus actores fundamentales.

 

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