Dosier: Entre el dinamismo y la pervivencia: agronegocio, actores y dinámicas
socio-productivas desde una mirada histórica
Tensiones local-globales en la actividad agropecuaria del sur de Córdoba. Formas de expresión de la dialéctica del territorio
Resumen: La región pampeana argentina se ha configurado como región agroexportadora hace más de un siglo y medio. Desde entonces ha incorporado técnicas, objetos y acciones que conformaron funcionalmente sus características económicas actuales. En el marco de investigaciones previas vinculadas al análisis de los procesos territoriales asociados a la modernización agropecuaria en su período actual, hemos reconocido procesos de tensión local-global que se expresan a través de actores insertos en la actividad agropecuaria desde tiempos pretéritos. En este sentido, el objetivo de este artículo es indagar en torno a algunas situaciones de tensión local-global en la actividad agropecuaria del sur de la provincia de Córdoba. La metodología implementada es procesual y cualitativa, sustentada en entrevistas semiestructuradas realizadas a actores vinculados a la actividad agropecuaria. Nos focalizaremos en tres tipos de tensiones local-globales, expresadas por contratistas de servicios, empresas agro-comerciales y cooperativas agrícolas. Observamos que cada actor estudiado debe decodificar los datos del período, tendientes a la incorporación creciente de ciencia, técnicas e información, en un marco de aceleración económica promovida por la financierización, mientras renueva las estrategias vinculadas al fortalecimiento de los lazos territoriales atravesados por un trato cotidiano y personal. Concluimos que la capacidad de adaptación a estos cambios define las características de estos actores, quienes deben transformar los servicios que ofrecen subordinados a una lógica de escala global de la cual, en cierto modo y bajo importantes restricciones, son articuladores territoriales.
Palabras clave: Territorio, Dialéctica, Agronegocios, Actores Sociales.
Local-global tensions in the agricultural activity of the south of Córdoba. Ways of expression of the territorial dialectic
Abstract: The Argentine Pampean region has been configured as an agro-export region for more than a century and a half. Since then, techniques, objects and actions that functionally shaped its currents economic characteristics has been incorporated. In previous research linked to the analysis of the territorial processes associated with the current agricultural modernization, we have recognized processes of local-global tension that are expressed through actors inserted in the agricultural activity since past times. In this sense, the aim of the paper is to investigate some situations of local-global tension in the agricultural activity in the south of the province of Córdoba. The applied methodology is procedural and qualitative, supported by semi-structured interviews carried out with different actors liked to agricultural activity. We focus on three types of local-global tensions expressed by: agricultural service contractors, agro-commercial companies, and agricultural cooperatives. We observe that each studied actor has to decode the current period data tending to the growing incorporation of science, techniques and information, in a framework of economic acceleration promoted by financialization, while renewing the territorial ties explained by every day and personal relationships. We conclude that the adaptation capacity to agricultural model changes define the actor characteristics, who must transform the services they offer subordinated to a global scale logic of which, partially and under important restrictions, they are territorial articulators.
Keywords: Territory, Dialectic, Agrobusiness, Social Actors.
Introducción
En términos generales, la región pampeana argentina se ha configurado como una región agroexportadora hace más de un siglo y medio. Como tal, y en el marco de decisiones políticas y económicas estrechamente relacionadas al contexto internacional, se han ido incorporando territorialmente distintas técnicas, objetos y acciones que conforman funcionalmente las características económicas de esta región. Podemos advertir que actualmente la lógica financiera, articulada con la reorganización de las formas de gestión de la producción, intra e inter-unidad productiva, y la expansión y consolidación de técnicas, ciencia e información, explica en conjunto (y en parte) la actual fase de modernización agropecuaria caracterizada como modelo productivo de agronegocio. Es decir, si bien el uso del suelo agropecuario continúa dedicándose, como desde fines del siglo XIX, a la elaboración de materias primas para la exportación, lo hace de la mano de una renovada división territorial del trabajo de empresas con lógica global y traccionadas por el capital financiero.
En este marco, se han desarrollado numerosas investigaciones que procuran dar cuenta de las transformaciones de las características de la producción agropecuaria pampeana en distintas escalas temporales (entre ellas se pueden mencionar Albaladejo, 2013; Barsky y Gelman, 2001; Frigerio, 1953; Giarraca y Teubal, 2005; Gras y Bidaseca, 2010; Gras y Hernández, 2009 y 2016; Muzlera y Salomón, 2013; entre otras investigaciones que abordan distintos períodos temporales, procesos, ramas de la actividad y/o actores sociales específicos). Por otro lado, se han realizado investigaciones que procuran dar cuenta de las transformaciones territoriales producto de la expansión y consolidación del modelo de agronegocios, que se expresan en distintas partes de la región pampeana, pero con especial énfasis en el sur de Córdoba (Cóccaro y Maldonado, 2009; Finola, 2019; Maldonado, 2019; Maldonado y Bustamante, 2019, entre otros). En este contexto, mediante el estudio de los procesos territoriales acontecidos de la mano de la modernización agropecuaria en su período actual, que, como hemos mencionado, se caracteriza por la creciente participación de ciencia, técnicas, información y finanzas, reconocemos lo que podríamos llamar procesos de tensión local-global expresados a través de los actores sociales involucrados en la actividad y que se insertan en ésta desde tiempos pretéritos.
Albaladejo (2020a) señala que al estudiar las formas en las cuales la agricultura puede ser definida mediante su modo de integración territorial pudo reconocer la co-presencia de diferentes formas de mediación territorial, a distintas escalas. El autor ha estudiado los modos de integración territorial de la agricultura por medio de la constitución de distintos pactos territoriales1 y reconoce que la co-presencia de modelos agrícolas se explica porque ninguno de los pactos se resuelve de forma completa, por lo que advierte que existe una “territorialización incompleta” de los distintos pactos estudiados. Esta falta de totalización es la condición esencial para la mencionada co-presencia. Entendemos que las territorializaciones incompletas en parte explican las tensiones local-globales, y que estas últimas expresan la dialéctica del territorio, ya que, como señala Santos:
Se afirma, aún más, la dialéctica en el territorio y, osaría decir, la dialéctica del territorio […] Esa dialéctica se afirma mediante un control “local” de la parte “técnica” de la producción y un control remoto de la parte política de la producción […] (1996, p. 126).
La especificidad de los territorios, definida por las acciones, objetos y normas, entre otros, que explican su configuración material e inmaterial actual, imprimen a los procesos históricos y territoriales tensiones que pueden traducirse en rupturas, pero también y especialmente en continuidades, a veces subordinadas, caóticas y/o temporales, las que a través de la reorganización de ciertos contenidos son muestras del papel activo del territorio.
Bajo esta premisa, en el presente artículo proponemos indagar en torno a algunas situaciones de tensión local-global que hemos ido reconociendo a lo largo los distintos trabajos de campo llevados a cabo desde el año 2012 en el sur de la provincia de Córdoba (Figura 1). Con el fin de identificar las transformaciones territoriales derivadas de los procesos de modernización agropecuaria, hemos realizado entrevistas a productores agropecuarios, empresas proveedoras de insumos agropecuarios, acopiadoras de granos, funcionarios públicos, contratistas de servicios rurales, personal jerárquico de agroindustrias de diverso tipo, entre otros. En el transcurrir de las diversas entrevistas se observan, como patrón común, ciertas readecuaciones de las prácticas y estrategias productivas de los actores que no se explican únicamente por los sucesos asociados a la expansión de la ciencia, la técnica, la información y las finanzas en la actividad agropecuaria, sino que sostenemos que se explican también producto de cómo se conjugan estos sucesos con las particularidades del lugar; en nuestro caso, y siguiendo a Albaladejo (2020a), siempre atravesadas por territorializaciones incompletas de los distintos pactos territoriales de los modelos agrícolas.
Para abordar el objetivo propuesto analizaremos entonces tres tipos de situaciones que dan cuenta de las transformaciones que discurren en esta tensión local-global: la comercialización de insumos agropecuarios, el contratismo rural y la producción agroindustrial llevada a cabo por cooperativas. Para realizar este análisis, metodológicamente hemos abordado una investigación de tipo procesual, contextualizada y de carácter cualitativo, sustentada especialmente en trabajos de campo exploratorios y en profundidad, en el desarrollo de entrevistas semiestructuradas y en el análisis documental. Las entrevistas que se recuperan para el estudio de las tres situaciones presentadas se desarrollaron específicamente entre los años 2014 y 2020, en los departamentos Río Cuarto y San Martín (Córdoba, Argentina).
El escrito se organiza en tres apartados. Comenzamos con un breve apartado teórico destinado a presentar algunas categorías contenidas en el análisis realizado, con énfasis en el concepto territorio como proceso social y como continente y contenido de este proceso. También proponemos en el primer apartado reconocer los elementos centrales del período actual que inciden mayormente en la configuración y reconfiguración constante del territorio, emergente de la forma en la que los hechos globales se conjugan con las particularidades de la región. Asimismo, en este apartado será necesario detenerse brevemente en la definición de la agricultura científica y su expresión actual en el modelo de agronegocios. Luego, nos detendremos a analizar las diversas situaciones reconocidas en trabajo de campo que nos permiten dar cuenta del rol activo del territorio y que pueden ser entendidas como expresiones de la tensión local-global. Para ello, presentamos tres situaciones que, sin pretender ser generalizables ni exhaustivas, entendemos sirven como elementos explicativos de estas tensiones local-globales: las empresas agro-comerciales, sobre todo las situadas en pequeñas localidades del sur de Córdoba; los contratistas de servicios rurales como actores claves para la introducción de las nuevas tecnologías asociadas al modelo de agronegocios; y la producción agroindustrial llevada adelante por empresas cooperativas. El último apartado se destina a discutir y concluir en torno a lo desarrollado en todo el escrito.
Territorio y modernización agropecuaria: expresión situada de relaciones local-globales
Denominamos modernización del territorio al proceso en el cual se incorporan los datos centrales del período histórico vigente (Silveira, 1999). Santos (2008 [1979]) observa la importancia de hablar de modernizaciones en plural, con el fin de dar cuenta de la sucesión de sistemas históricos que transforman, organizan o reorganizan el espacio.2 En esta línea interpretativa, el proceso de modernización agropecuaria puede ser entendido como la cara visible de la incorporación al territorio en general, y a la actividad agropecuaria en particular, de los elementos hegemónicos de cada período histórico. Santos (2000) sostiene que actualmente esos elementos son ciencia, técnica, información y finanzas.
De la misma forma en la que los mencionados elementos participan de la creación de nuevos (o renovados) procesos sociales y de la producción de nuevos objetos, Santos (1999) señala que la ciencia y la tecnología, junto con la información, están en la propia base de la producción, de la utilización y del funcionamiento del espacio, y a su vez advierte:
En ningún caso la difusión de los objetos técnicos se realiza uniformemente o de modo homogéneo. Esa heterogeneidad proviene de la manera como los objetos se insertan desigualmente en la historia y en el territorio, en el tiempo y en el espacio (Santos, 2000, p. 35).
Por consiguiente,
una primera realidad que no se debe olvidar es la de la propagación desigual de las técnicas […] y su implantación selectiva sobre el territorio. En una misma porción de territorio conviven subsistemas técnicos diferentemente datados, es decir, elementos técnicos provenientes de épocas diversas (Santos, 2000, p. 37).
Por lo anterior, el autor señala que es ineludible verificar cómo los distintos objetos, normas y acciones de diferentes períodos históricos se convierten en catalizadores y/u obstáculos para la propagación de los elementos centrales del período y, a su vez, cómo de manera solidaria se articulan para permitir el despliegue de acciones simultáneas, aunque, agregamos que, no siempre convergentes y, en ocasiones, conflictivas.
Los acontecimientos portadores de ciencia, técnica, información y finanzas se completan al depositarse en el lugar.3 Allí y en ese momento adquieren real significación. Esta es a menudo transformada producto de su interrelación con los objetos y acciones previamente territorializados, puesto que en el territorio los acontecimientos completan su sentido. El territorio, como sinónimo de espacio geográfico, es definido, entonces, como un conjunto solidario, contradictorio e indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones (Santos, 2000).
El espacio redefine los objetos técnicos, a pesar de sus vocaciones originales, al incluirlos en un conjunto coherente donde la contigüidad obliga a actuar en conjunto y solidariamente (Santos, 2000, p. 36).
Por esto sostenemos que el territorio se define no sólo desde su componente constitucional (qué y dónde se encuentran los objetos y las acciones, dónde y qué regulan los sistemas normativos) sino también desde su componente relacional (escalas de realización y materialización de objetos, acciones y normas y la significación de estos adquirida en un contexto de relaciones). Por ende, según Santos (1996), el territorio usado es una forma-contenido, trazo de unión entre pasado y futuro y entre materialidad y vida social, ya que es la realización de la sociedad (contenido) de manera particularizada en los lugares (forma).
Por su parte, y en el mismo sentido, Massey (1994) señala que las características de cualquier lugar son formadas tanto por medio de la localización específica como del rol del lugar en la estructura social y que, a su vez, la identidad de un lugar es modelada por interrelaciones sociales internas y externas. En este sentido, concebimos el territorio como una construcción de la vasta e intrincada complejidad de los procesos e interacciones sociales que acontecen en todas las escalas, desde la local hasta la global. De esta manera, el lugar es pensado como una parte y un momento particular de esas relaciones y conocimientos sociales que se producen en el marco de redes globales (Massey, 1994).
El espacio, de este modo, es una instancia que contiene a las demás instancias sociales, políticas, culturales, entre otras, y es a su vez contenido de éstas (Santos, 1986). Atraviesa y define la conexión e interrelación entre los objetos, sus funciones y las acciones desde y hacia ellos.
En este contexto, entendemos que la actividad agropecuaria argentina ha incorporado territorialmente finanzas, técnica, ciencia e información a su proceso de organización. La dialéctica entre un orden global y un orden local se materializa en las exigencias de los agentes empresariales, quienes desenvuelven su racionalidad mediante la búsqueda de lugares susceptibles de ser incorporados a los circuitos espaciales de producción de commodities, lo que deriva en un uso corporativo del territorio (Santos y Silveria, 2005).
Ahora bien, tal como advertimos en el inicio de este escrito, la configuración de la región pampeana como un área de producción agropecuaria con destino al mercado externo se inicia a fines del siglo XIX. Hacia mediados del siglo pasado su consolidación comienza a expresarse bajo el modelo agroindustrial. Actualmente, el vínculo entre técnica, ciencia, información y finanzas se materializa representado por el modelo de agronegocios. Tanto el de agroindustria como el de agronegocio son modelos globales del capitalismo, pero ambos representan distintos proyectos de orden mundial. El modelo agroindustrial se inserta en la competencia de los Estados-nación; en cambio, los agronegocios son la representación de un escenario supranacional “caracterizado por la institucionalización de formas de gobernanza globales y por un nuevo balance entre mercados nacionales e internacionales, elementos que consolidan el poder de las corporaciones globales” (Gras y Hernández, 2013, p. 26).
Entendemos que el modelo de agronegocios es la forma de expresión actual de lo que Santos (2000) denomina agricultura científica, la cual se caracteriza por la importante participación de insumos artificiales de origen industrial. En tal escenario, la creciente dependencia de este tipo de insumos ha reestructurado en gran parte las características esenciales de los actores y la relación de fuerzas entre ellos, como también los vínculos entre lo que denominamos el campo y la ciudad. Las ciudades locales y los centros regionales se tornan esenciales para la realización de la agricultura moderna, puesto que ofrecen una serie de servicios a la actividad productiva, como asistencia técnica, financiera, contable, venta de insumos químicos, biológicos, maquinaria, sistemas de ingeniería vinculados al acopio y transporte de granos, entre otros.
El concepto de agronegocio (Gras, 2013; Gras y Hernández, 2009 y 2013), o agronegocio globalizado (Elias, 2011), busca caracterizar el proceso en el cual la referencia material a lo fundiario pierde centralidad para el sector agropecuario de vanguardia mientras cobra relevancia la necesidad de insertarse en la volatilidad de los mercados. En el actual apogeo técnico-científico-informacional, con supremacía del capital financiero en las formas de acumulación, la lógica de los agronegocios cobra mayor envergadura. Estas trasformaciones en el sector agropecuario, a nivel global y local, se traducen en una mayor complejidad de la composición de la estructura agraria, tanto en su cúpula como en la base. La dialéctica en el lugar, entre un orden establecido a nivel local y el advenimiento de renovadas jerarquías de orden global, termina por configurar territorialmente el agronegocio globalizado con rasgos propios de la esfera local.
Según Gras y Hernández (2013), el modelo de agronegocios es un modelo agrario que no se centra en un actor ni en un cultivo específico, sino que es una lógica de producción que, con adecuaciones nacionales y locales, posee como elementos centrales: a) una transectorialidad, expresada en una mayor capacidad para la integración y extensión de la cadena de valor, que apunta no sólo a enlaces técnicos de eslabones superiores, sino que también se destaca la capacidad de establecer relaciones horizontales buscando la mejor oportunidad para el capital. De esta manera se pretende romper la cualidad unidireccional que otorga el modelo de cadena de valor para interpretarlo como red de negocios; b) priorizar los centros de consumo global por sobre los locales; c) el mayor protagonismo del capital en los proceso productivos; d) una mayor estandarización de las tecnologías utilizadas que, junto con las biotecnologías, otorgan homogeneidad productiva en desmedro de la diversidad, mientras se incluye mayor uso de insumos industriales para la producción agropecuaria; y e) un proceso de acaparamiento de tierras en el que las grandes corporaciones financieras tienen un rol central.
La capacidad de los agronegocios de apuntalarse en el sector agropecuario como lógica imperante obedece a la puesta en juego de ciertos pilares desde los que se establecen distintos tipos de relaciones con la producción agropecuaria y con las realidades locales. Siguiendo a Gras y Hernández (2013), estos pilares de los agronegocios, si bien se encuentran en sinergia, pueden ser diferenciados en cuatro: el tecnológico, el financiero, el productivo y el organizacional.
El pilar tecnológico posee dos componentes destacados: por un lado, la participación de las tecnologías en sentido amplio y de las biotecnologías en sentido estricto y, por el otro, el desarrollo de sistemas de innovación. Estas tecnologías “configuraron un vector de transformación de los sistemas de producción agropecuarios” (Gras y Hernández, 2013, p. 28). Como los agronegocios no sólo son una lógica que atraviesa la producción agropecuaria, sino que son una concepción que guía las acciones de esta actividad económica, la optimización en las acciones se basa en la incorporación de tecnologías de vanguardia, en las que se incluyen las vinculadas a la información y comunicación.
Por su parte, el pilar financiero, aunque de existencia anterior al advenimiento de esta lógica,4 es otro estandarte imprescindible para el éxito de los agronegocios. Aquí se destaca la valorización de las commodities agrícolas, principalmente en los mercados a futuro, como parte de los negocios financieros. En este marco, los precios de estas commodities responden a escenarios financieros planificados por grandes grupos económicos con capacidad de influir en los mercados internacionales. Como la lógica de los agronegocios se apoya en la diversidad de oportunidades financieras para maximizar ganancias, en la actualidad las propuestas de negocios en el sector agropecuario se sustentan principalmente en cumplir con esas expectativas.
Con respecto al pilar productivo, la tierra y el trabajo son los elementos que más se destacan y que mayor grado de tensiones muestran ante la lógica de los agronegocios. Según un estudio de Grain (en Frederico y Gras, 2016), desde la década de 2000 la expectativa por una alta rentabilidad es la razón del interés que los inversores financieros tienen en la adquisición de tierra, vinculado especialmente al aumento de los precios de las principales commodities agrícolas en el mercado mundial. Como plantean Gras y Hernández (2016), esta expectativa de mayores rentabilidades impactó de lleno en el precio de las tierras en la Argentina, proceso acompañado también por el abandono de la paridad dólar/peso y el auge del esquema de arrendamientos. En cuanto al trabajo, bajo esta lógica se profundiza una característica del desarrollo capitalista actual: el de la tercerización de la mayoría de los trabajos vinculados a los agronegocios, en la cual la venta como servicio del conjunto de las labores culturales por medio de contrataciones es emblema de la división social del trabajo. Por otro lado, en la diversificación de servicios demandados por el sector agropecuario cobra auge la constitución de un portafolio que incluye la demanda de competencias en “informática, el consulting financiero, las empresas de servicios climáticos, consultores en cuestiones legales (fundamentalmente en dos rubros, la propiedad intelectual y el armado de asociaciones fiduciarias), entre las más novedosas” (Gras y Hernández, 2013, p. 41). Por último, la estratificación del trabajo es acompañada por una gran incorporación de tecnologías, fomentada mediante la presión comercial y las exigencias de aumento de productividad.
Finalmente, el pilar organizacional se centra en las estrategias empresariales y las nuevas identidades profesionales. Para los agronegocios, es el pilar que más se destaca en cuanto al desarrollo de adaptaciones. Con el arribo de la lógica de agronegocios al territorio nacional, las particularidades experimentadas en las estructuras agropecuarias, agroindustriales, de servicios y negocios promovieron cambios a nivel organizacional.
Las acciones están condicionadas por las componentes tanto materiales como inmateriales del territorio. Nos referimos a objetos y normas, pero también a información, discursos, imaginarios; por lo tanto, la lógica global de acumulación que impulsa el agronegocio se realiza bajo condiciones territoriales siempre particulares, más allá de su tendencia a la homogeneización. Por ello, es necesario entender los agronegocios como un campo de acciones posibles producto de la dialéctica entre un plano material y uno inmaterial, en el cual se destacan los factores técnicos (como una determinada densidad espacial compuesta por un conjunto de actores establecidos, por la estructura agropecuaria, las actividades agroindustriales vigentes, las posibilidades de acceso y adopción técnica, etc.) y los factores discursivos (concepción de negocio y oportunidades).
En este sentido, el modelo agropecuario se encuentra en franca evolución y el modelo de agronegocios trae consigo un conjunto de elementos y estrategias que confluyen en una lógica de abordaje de los negocios en relación con el sector agropecuario que lo hace distintivo respecto de instancias previas (Olivera y Carini, 2014), pero, en simultáneo, el modelo de agronegocios convive con formas de producción consecuentes a lógicas de períodos anteriores.
En síntesis, y para finalizar, el sistema agropecuario argentino en general, y el de sur de Córdoba en particular, ha experimentado transformaciones de manera ininterrumpida a lo largo del tiempo, pero los acontecimientos vinculados a la introducción y expansión del denominado paquete tecnológico, los cambios en ciertas prácticas culturales y la velocidad en el tráfico de información se han destacado en las últimas décadas (Bustamante y Maldonado, 2009; Carini, 2017; Maldonado, 2013; Maldonado y Bustamante, 2008; Maldonado y Picciani, 2018). Sin embargo, esto no significa que este proceso de transformaciones ocurriera de forma homogénea y completa. Muestra de lo anterior es el acople de técnicas o estructuras previas al modelo de agronegocio globalizado como lo son las cooperativas agrícolas, las que diversifican sus actividades y se reconfiguran como empresas; o la adaptación constante de los contratistas de servicios rurales, quienes atienden a un modelo crecientemente sustentado en insumos agropecuarios, por lo que, en parte por regulaciones de normas públicas y en parte por regulaciones de normas empresariales, deben readecuar ciertas características de los servicios que ofrecen; o, por último, como las empresas agro-comerciales y veterinarias que se localizan en diversos pueblos del sur de Córdoba, en ocasiones con más de 70 años en la región, que readecuan los productos y servicios que ofrecen a la par que renuevan los lazos cotidianos y personalizados que les otorgan su historia en el lugar. Estos ejemplos, que hemos reconocido e interpretado como situaciones de tensión local-global, los analizaremos a continuación.
Expresiones de la tensión local-global en la actividad agropecuaria del sur de Córdoba
Hemos señalado que nos interesa en esta instancia observar situaciones que permiten visualizar lo que denominamos tensiones local-globales, puesto que sostenemos que, lejos de constituir una excepción, este tipo de tensiones se producen de hecho, a causa de que los acontecimientos globales se completan en los territorios, siempre cargados de historicidad, de objetos y técnicas. Esto nos invita a pensar en cómo se insertan y readecuan su accionar los actores que acompañan este devenir. Por ello, en un análisis situado y no exhaustivo, nos detendremos en tres situaciones que dan cuenta de las tensiones enunciadas: la tercerización de servicios a través de contratistas rurales; la comercialización de insumos agropecuarios; y la industrialización de productos primarios por parte de cooperativas agrícolas.
Tercerización de servicios: el contratista rural y el creciente protagonismo de los insumos agropecuarios
El contratista rural de servicios es un actor con especial relevancia en la historia de la actividad agropecuaria argentina. Barsky y Gelman (2001) estudian la historia del agro argentino y advierten que en la etapa de conformación básica del agro moderno (1880-1914), caracterizada por una importante expansión de la agricultura, los contratistas jugaban un importante rol:
Tampoco los colonos serían los únicos agentes de esta expansión […] Junto a estos actores en el ámbito específico de la producción, se generó una importante red de comerciantes, acopiadores de cereal, transportistas de distinto tipo, proveedores de maquinaria, agentes financieros de diversa índole, agrónomos, contratistas de maquinarias agrícolas, etc. (Barsky y Gelman, 2001, pp. 163-164).
Por su parte, Forni y Tort (1991) señalan que hacia fines de la década de 1960 es creciente la importancia de la figura del contratista de máquinas, que para entonces ya ampliaba sus servicios a la totalidad de las actividades del ciclo productivo. Lódola y Brigo (2013) advierten que lógicamente la evolución de los contratistas está ligada al desarrollo que la agricultura ha experimentado, y que en el modelo de producción predominante en la actualidad la subcontratación de servicios agropecuarios se ha generalizado. En el mismo sentido, Hernández y Muzlera (2016) afirman que en el marco del modelo de agronegocios la figura del contratista asume un rol clave a partir de la década de 1990.
En 2015, estimaciones de la Dirección de Contratistas e Insumos de la Nación señalaban que estas empresas eran las responsables del 90 % de la cosecha de granos, el 75 % de las pulverizaciones y el 65 % de la siembra. En esta línea, los datos obtenidos en la encuesta aplicada sugieren, también, que la oferta de cosecha es mayor que la del resto de los servicios: el 71,9 % de las empresas encuestadas vende servicios de cosecha, el 60,1 % de siembra, el 37,9 % de pulverización y el 32,5 % otro servicio (Muzlera y Pérez Gañán, 2020, s. p.).
Actualmente, los principales factores que propiciaron la consolidación del contratismo rural son: la demanda de una mecanización especializada para participar en este proceso de agriculturización; el otorgamiento de créditos para la compra de maquinarias; la expansión del cultivo de soja de segunda, cuyas labores el productor delega, lo que posibilitó ofrecer el servicio de siembra, cosecha y protección de cultivos, entre otros (Maldonado y Bustamante, 2019).
Los contratistas de servicios o de maquinarias son aquellas personas o sociedades que, regularmente y de forma autónoma, prestan servicios de siembra, cosecha y/o protección de cultivos a terceros, lo que abarca actividades como “servicios de labranza y labores complementarias de preparación de suelo; siembra y trasplante; cuidados culturales mecánicos y químicos, servicios de cosecha, etc.” (Lódola y Brigo, 2013, p. 223).
Si bien en las empresas contratistas de la región pampeana predomina la mano de obra asalariada, constituyendo verdaderas empresas de intermediación laboral (Villulla, 2016), en el sur de la provincia de Córdoba la familia del contratista es aún el tipo de fuerza laboral más importante, lo que pone de manifiesto su escala mayormente familiar. Otro rasgo distintivo del sur de Córdoba es que en los departamentos de Presidente Roque Sáenz Peña y General Roca (tradicionalmente ganaderos) adquieren relevancia los contratistas provenientes de otras zonas de la región pampeana, mientras que se observa una predominancia de contratistas locales en el resto del área, de mayor tradición agrícola.
Los contratistas de servicios rurales entrevistados manifiestan que son contratados tanto por empresas agroindustriales de la región (las que producen tierras propias y/o arrendadas) como por productores agropecuarios que denominan “independientes” (aquellos productores que no producen en sociedad con agroindustrias o empresas agrocomerciales). La red de clientes que se establece para ofrecer el servicio de contratismo se define campaña a campaña, y es esencial la estrategia basada en las relaciones personales con empresas y productores agropecuarios. Coinciden en señalar que las tarifas de los servicios que ofrecen son determinadas por las empresas que los contratan, que se constituyen, en palabras de los entrevistados, en formadoras locales de precios. Por otro lado, y en relación con la maquinaria agrícola que utilizan, se advierte que aquellos contratistas rurales medianos y pequeños afrontan importantes problemas al momento de actualizar el equipamiento, a causa de los costos de las maquinarias agrícolas, sumados a las dificultades para acceder a financiamiento, a pesar de reconocer que las maquinarias nuevas cuentan con tecnología incorporada que facilita la realización del trabajo y, en ocasiones, optimiza la aplicación de agroquímicos.
Un conjunto importante de servicios que prestan los contratistas se vincula con la aplicación de productos agroquímicos. La masificación de estos insumos en la producción agropecuaria de la región pampeana argentina tiene aproximadamente veinte años, lo que ha obligado a un proceso de transformación y adaptación del servicio del contratista.
En el mismo sentido, y especialmente por la conflictividad social derivada de la aplicación de agroquímicos, la provincia de Córdoba sancionó en el año 2004 la ley 9164 de Productos Químicos o Biológicos de Uso Agropecuario, que regula toda operación que implique el manejo de agroquímicos destinados a la producción agropecuaria y agroindustrial en el territorio provincial. Bajo esta normativa, todo aquel contratista de servicios que aplique agroquímicos debe estar habilitado como operario y la maquinaria debe encontrarse matriculada. Para la habilitación del conductor de la maquinaria (operario) es obligatorio realizar y aprobar un curso dictado por el Gobierno de la provincia. Tanto la matriculación como la habilitación del operario requieren renovación periódica.
Lo anterior se ha convertido en un requisito que pretende ser excluyente para la realización de la actividad, y es especialmente observado por aquellas empresas que contratan el servicio.
En lo que respecta a los aplicadores aéreos, estos son significativamente menos en cantidad que los contratistas de servicios terrestres y, en general, atienden la demanda de grandes productores agropecuarios y de agroindustrias. Ofrecen servicios de protección de cultivos y de siembras (mayormente de pasturas). Al igual que los aplicadores terrestres, deben contar con habilitación por parte del gobierno provincial.
Puesto que no siempre el área de actuación de un contratista se reduce a una misma provincia, los contratistas nos advierten que los diferentes marcos normativos provinciales y las variaciones en las formas de registro, en cada distrito, de la actividad que desarrollan suelen generar inconvenientes.
A su vez, para ofrecer el servicio, el contratista rural requiere de una receta fitosanitaria elaborada por un ingeniero agrónomo (que debe estar registrado como Asesor Fitosanitario en la provincia de Córdoba), en la que constan todos los detalles de la aplicación que debe realizar el contratista rural: datos del Asesor Fitosanitario, de la unidad productiva, tipo de producto, porcentaje de dilución, cantidad a aplicar, entre otros. La totalidad de los insumos agroquímicos son provistos por el productor agropecuario. El contratista rural no interviene en la decisión de lo que se aplica, pero sí debe observar que las condiciones meteorológicas y las medidas de seguridad sean las óptimas para el desarrollo de su trabajo. Por esto, la totalidad de los entrevistados enfatizan el hecho de que, como contratistas, ofrecen un servicio y que la responsabilidad de qué, cómo y cuánto se aplica, siembra o cosecha es del productor agropecuario y/o del ingeniero agrónomo que lo asesora. Los entrevistados justifican el énfasis en esta respuesta especialmente por la controversia social que genera la aplicación de productos agroquímicos.
En esta situación estudiada se puede observar que las transformaciones que revisten las formas de producción, y en este caso específico la aplicación creciente de insumos agropecuarios de origen industrial para favorecer el incremento de la productividad, exigen ciertas readecuaciones a veces en simultáneo, a veces antecedentes o consecuentes, que dan continuidad a la labor del contratista rural de servicios en el sur de la provincia de Córdoba. Por un lado, identificamos las adecuaciones normativas, en este caso consecuentes a la aplicación masiva de productos agroquímicos. A causa de esta revisión de los marcos normativos en el nivel, en este caso, provincial, observamos que cambian las pautas y los requisitos para el desarrollo de la actividad del contratista, lo que fuerza a estos actores a decodificar estas nuevas pautas normativas. En relación con la decodificación de las regulaciones asociadas a las características del producto químico que apliquen, esta responsabilidad se traslada a otros actores sociales, quienes también deben readecuar sus tareas. Más allá de las nuevas regulaciones vinculadas al modelo agropecuario imperante y a la renovación del servicio del contratista rural, este continúa desarrollando los servicios que ofrecía, aunque a veces sin la posibilidad de renovar la maquinaria agrícola, renovación que implica incorporar innovaciones tecnológicas para una mejor adaptación a la aplicación de los insumos agropecuarios.
Empresas proveedoras de insumos agropecuarios
Definimos a las empresas proveedoras de agroinsumos como empresas agrocomerciales que comercializan semillas, agroquímicos y servicios de asesoramiento asociados a estos productos. Entre ellas se encuentran vendedores multimarca y representantes oficiales de empresas transnacionales (Bustamante y Maldonado, 2008; Finola y Maldonado, 2017; Maldonado y Bustamante, 2019).
Las empresas transnacionales y nacionales de agroinsumos (que presentan una estrategia global) tercerizan la venta directa al público y así se renuevan y/o multiplican las sucursales o los acuerdos con empresas preexistentes en las distintas localidades del sur cordobés. Como señalan Finola y Maldonado (2017), los distintos tipos de compromiso entre estos vendedores locales y las multinacionales de agroinsumos, en lo que respecta a las cuotas de ventas y a las zonas exclusivas, generan condicionamientos tanto favorables como perjudiciales, ya que si bien en algunos casos se garantizan zonas de ventas exclusivas o mejores remanentes por las comisiones, los actores locales están subordinados o condicionados a las estrategias de las multinacionales, lo que reduce su campo de maniobras. Por otro lado, es interesante observar cómo los vendedores locales, en aras de obtener clientes, complementan su oferta con productos de otras marcas, y en algunos casos con otros tipos de servicios.
En el contexto de modernización agropecuaria actual, las localidades del sur de Córdoba comenzaron a mostrar signos de solidaridad y complementariedad con el modelo de agronegocio. A partir del trabajo de campo se ha podido reconocer la instalación de sucursales de empresas transnacionales y regionales en la mayoría de las localidades del sur cordobés, con excepción de los pueblos que se constituyen como población rural concentrada. Se trata de empresas o cooperativas con perfil empresarial encargadas tanto del acopio, acondicionamiento y exportación de cereales como de la venta de insumos agropecuarios. En general, también comercializan seguros agropecuarios, ofrecen servicio de fletes y logística, administran siembras propias y de terceros, y asesoran para la realización de operaciones de mercado a término y a futuro.
A su vez, ante el avance de la agricultura y el inicio de su predominio sobre la ganadería, es importante observar que comercios agropecuarios que nacieron vinculados a la actividad ganadera debieron readecuar sus actividades a fin de incorporar insumos agrícolas de diverso tipo a su cartera de productos, en ocasiones constituyéndose en representantes oficiales de marcas transnacionales. Por ejemplo, en las localidades del sur de Córdoba es común encontrar veterinarias que con los años fueron anexando rubros como la consultoría y la representación de firmas trasnacionales en la venta de insumos. En otros casos, ante la posibilidad de quedar fuera del negocio agropecuario, se asocian con empresas agroindustriales regionales o nacionales de gran envergadura o con cooperativas agrícolas también regionales, y a partir de allí diversifican sus actividades.
También hay empresas proveedoras de insumos agropecuarios de anclaje regional que han podido expandirse con la apertura de sucursales en distintas localidades del sur de Córdoba. Estas cuentan con estructura propia arraigada en la zona, lo que determina cierto nivel de anclaje local o regional; en general, establecen alianzas con otros actores regionales, nacionales e incluso transnacionales. El personal jerárquico de estas empresas señala que trabajan en forma independiente y mantienen una lógica organizativa y de funcionamiento más acorde con períodos previos, que implica relaciones personalizadas de larga data y vínculos de mayor informalidad.
Al entrevistar a productores agropecuarios, especialmente a aquellos que tienen sus unidades productivas en cercanías de pequeñas localidades, señalan que prefieren adquirir sus insumos en las empresas regionales, que en ocasiones cuentan con larga trayectoria en el lugar.5 Los entrevistados, productores agropecuarios de diversas escalas, manifiestan que la empresa local está disponible las 24 horas del día, durante toda la semana, lo que es especialmente ventajoso al momento de retirar los insumos adquiridos, puesto que no es necesario que los almacenen en sus unidades productivas: los retiran a medida que los necesitan, en el momento preciso en que así lo requieran.
En este contexto, las empresas de mayor antigüedad debieron no sólo adaptarse al nuevo lenguaje derivado del modelo de agronegocios, sino que también, en un contexto otrora de producción mixta (agrícola-ganadera) mucho más acentuada, debieron cambiar el tipo de servicio que ofrecen. Entre las estrategias desplegadas se encuentran la asociación con empresas trasnacionales, virando a representantes oficiales de éstas, con empresas regionales de gran envergadura o con cooperativas agrícolas también regionales. En general, su larga trayectoria en el lugar les permite desarrollar metodologías de venta sustentadas en el trato personal, cotidiano y bajo códigos basados en relaciones que nacen en el lugar pero que deben adaptarse a las exigencias del negocio agrícola, mientras que a su vez se caracterizan por ofrecer una variada gama de productos y servicios que en ocasiones incluyen la provisión de gasoil y la venta de artículos de ferretería y corralón. A pesar de esto, y de responder a pautas establecidas por agentes transnacionales, su rol continúa siendo central en el modelo de producción agropecuaria vigente, máxime cuando la incorporación creciente de ciertos insumos, que trabajan de forma óptima en términos de paquetes tecnológicos (lo que incluye también el servicio de contratistas rurales), es uno de los ejes centrales del modelo de agronegocios.
Cooperativas agropecuarias: perfil agroindustrial y de agronegocios
Un actor que reviste sustancial importancia en el entramado productivo del sur de Córdoba son las cooperativas agropecuarias. En la zona de estudio se han podido identificar cinco cooperativas, cuya función principal es el acopio de granos, y una, muy consolidada, que cuenta con varias sucursales y un área de influencia relativamente amplia, cuya principal actividad es no ya el acopio (aunque también lo realiza), sino el procesamiento y agregado de valor al maní, lo que en definitiva la acerca al perfil de una agroindustria. A esta última cooperativa este rol agroindustrial le otorga una marcada injerencia en la producción primaria, sobre todo en lo que respecta al cultivo de maní para abastecer a su planta industrial seleccionadora. Hacia mediados de la década de 2010, los directivos entrevistados manifestaban que la lógica de la cooperativa era que la siembra debía recaer en manos de los productores, ya que esta sembraba con el único objeto de abastecer los requerimientos de stock de la planta seleccionadora. Sin embargo, actualmente existe una importante inversión en compra de tierras, arrendamientos, fideicomisos, siembras asociadas, entre otros, para incrementar la producción primaria propia.
Gran parte de las cooperativas del sur de Córdoba, nucleadas en una asociación de cooperativas de segundo orden,6 han implementado un nuevo proyecto agroindustrial, localizado en la ciudad de Villa María (Córdoba), vinculado a la producción de bioetanol a base de maíz. La incursión en esta actividad en la provincia de Córdoba obedece, entre otras cuestiones, a aspectos vinculados a la renta de la ubicación, ya que el flete del grano del maíz a puerto tiene una relación costo de transporte/precio del grano elevado, por lo que transformarlo agroindustrialmente en cercanía a la producción primaria permite obtener un diferencial por flete (en general absorbido por la planta de bioetanol mientras que un reducido margen queda a favor del productor del grano). Asimismo, la provincia de Córdoba se caracteriza por ser un núcleo maicero a nivel nacional (Finola y Maldonado, 2017), por lo que se garantiza la disponibilidad de materia prima.
Esta asociación de cooperativas agrícolas ha generado un portafolio de negocios que incluyen lo productivo (nos referimos a producción agropecuaria en campos propios y alquilados, producción intensiva de carne vacuna y porcina con altos grados de profesionalización, producción de biocombustibles, plantas de recupero de plásticos, frigoríficos, infraestructura para comercialización de granos, producción y comercialización de insumos agropecuarios, entre otros) y lo financiero (es decir, canaliza parte de sus excedentes en la creación de una empresa prepaga de salud, en una empresa de turismo y en un grupo asegurador). En el mismo sentido conformó un ente, bajo la nómina de fundación, con el fin de analizar y ajustar los objetivos de la empresa y de sus filiales. A su vez, registra una participación del 17 % sobre el total producido en la Argentina; además realiza tanto la comercialización de la producción agropecuaria como la industrialización de gran parte de ella; ofrece servicios como la logística y cupos en los puertos, y realiza la elaboración y distribución de prácticamente todos los insumos necesarios para el sector agropecuario.
Sin embargo, esta asociación reviste la particularidad de que, producto de poseer estructuras organizacionales que se han ido modificando a través de casi un siglo de historia, se inserta en los agronegocios con ciertas singularidades que pudimos recuperar al momento de indagar en relación con las estrategias vinculadas a la creación de la mencionada planta de bioetanol. En este sentido, y por cuestiones administrativas, crea la planta de bioetanol como una empresa aparte, con un complejo paquete accionario en el cual la mayoría de las acciones se encuentran bajo su control y el resto está en manos de algunas cooperativas de primer orden que decidieron participar en forma directa7 de la inversión. La obtención de la materia prima deriva de una red de negocios, como resultado de un anclaje territorial altamente significativo. Así, las cooperativas agrícolas de primer orden se encargan de conseguir los granos de maíz y coordinar la logística de entrega entre el productor y la planta (como servicio alternativo ofrecen el transporte, desde unidades propias o contratadas). De esta manera, la planta se desliga como unidad de negocio de tener que buscar proveedores, ya que esto es tarea de las cooperativas que asumen responsabilidades por medio de contratos que incluyen cronogramas y cupos específicos de entrega.
La existencia de la asociación cooperativa de segundo orden es resultado de la organización vertical del conjunto de las de primer orden, que proviene de una relación horizontal, en el territorio, de los productores agropecuarios. Según los entrevistados, el tipo de arquitectura organizacional nacido como producto de integración horizontal explica (u obliga a) que la mayoría de las acciones empresariales de las cooperativas tengan alto compromiso con la estructura productiva en detrimento de un agronegocio en sentido óptimo. De esta manera, las organizaciones de primer grado que tienen relación directa con los productores promueven propuestas de negocios (principalmente financieros) a sus asociados con el fin de insertarlos en la volatilidad de los agronegocios sin que abandonen del todo su vínculo fundiario y productivo. Así (aunque advierten que con poco éxito hasta el momento), proponen a los productores la participación en la comercialización de granos en mercados a futuro, en compra de bonos y en la participación en actividades financieras propias de la cooperativa. En las entrevistas realizadas se explica la situación entendiendo que, si bien en el modelo de agronegocios confluyen las estrategias de mayor margen de ganancias, la forma de sobrevivir como empresa (cooperativa agrícola, que tiene alto compromiso con lo fundiario y productivo) es con la supervivencia de sus asociados; de allí el interés de que los productores asociados adopten este tipo de estrategias, bajo su asesoramiento. Igualmente, las cooperativas tienden a trabajar sus activos económicos en el marco de la lógica de agronegocio, por lo que dirigen parte de sus excedentes en tal dirección y de esta manera participan en la comercialización de commodities, en compra de bonos, en empresas aseguradoras y de turismo, sumado a las inversiones de carácter productivo (como la industrialización de granos y lácteos), a incursiones en la metalmecánica simple, en supermercados, servicios de provisión de energía y otros servicios en las localidades donde están establecidas. En este contexto, la planta productora de bioetanol constituye un desprendimiento productivo; es decir, una estrategia para diversificar los negocios. De esta manera, esta asociación no sólo adopta un modelo flexible y diversificado de negocio, sino que en cierta medida lo impone al resto.
Se puede observar con claridad la dialéctica existente entre un modo de acumulación pasado pero vigente y el nuevo orden global que impone la lógica de agronegocios. Como resultado, se encuentran estrategias de acumulación versátiles que insisten en que la propiedad de la tierra debe seguir siendo un factor importante, ya que sin esta forma de organización el sentido de existencia de este conjunto de empresas (cooperativas) se desvanece.
Conclusiones
Los procesos de cambio en la forma de acumulación a nivel mundial, con predominio de lo financiero por sobre lo productivo, obligan a las actividades económicas a plantear estrategias que permitan generar una sintonía con los ritmos de acumulación hegemónicos, en los cuales el capital financiero impone al productivo tiempos vertiginosos. Si los ritmos de acumulación se determinan por los tiempos que exige el capital financiero, el sector agropecuario debe adoptar estrategias, en ocasiones forzadas, para responder a la aceleración de estos ritmos. Pero esta dinámica global, si bien se expande hacia prácticamente todos los rincones del mundo y tiene una vocación homogeneizante, se completa sólo al situarse en los lugares y, al hacerlo, se modifica: porque el territorio no es homogéneo, porque las historias locales y regionales son diversas, y las relaciones de estas historias y los territorios con el mundo son singulares. Por ello, sostenemos que el territorio no es sólo continente sino también contenido, y ambos: continente y contenido, imprimen sus particularidades a estas tendencias de vocación homogeneizante y así configuran el lugar.
En este contexto, observamos transformaciones de orden dialéctico entre las estructuras organizacionales pretéritas y las lógicas de orden global propias de este período técnico, científico, informacional y financiero. Estas dialécticas, en tanto dialécticas en y del territorio, se expresan en ocasiones como tensiones local-globales visibles a través del análisis de actores situados, históricamente insertos en la actividad agropecuaria de la región pampeana argentina.
De las situaciones presentadas en este artículo, se puede observar que tanto los contratistas de servicios rurales como las empresas agrocomerciales proveedoras de insumos agropecuarios deben adaptarse a las exigencias del modelo de agronegocios caracterizado por los pilares tecnológico, financiero, productivo y organizacional. Al hacerlo, se mueven en un campo de tensiones entre la lógica referencial regional, atravesada por tratos cotidianos, personales y de tiempos que podríamos pensar como más lentos, y la lógica global, impersonal y de tiempos vertiginosos. A pesar de esto, ambos actores siguen siendo nucleares en el modelo de agronegocio a nivel regional: el primero, por la creciente tercerización de las labores vinculadas a la producción de granos; y el segundo, por la progresiva incorporación de insumos agrícolas de origen industrial, insumos que se comercializan acompañados de servicios vinculados a su forma de uso y aplicación, conformándose en paquetes tecnológicos. Ambos actores, también de manera creciente, se constituyen en catalizadores o mediadores del modelo de producción vigente, en verdaderos articuladores territoriales, puesto que son los interlocutores (ante gran parte de los productores agropecuarios) en términos de decodificación de los datos y la información imbuida en los objetos técnicos y servicios que comercializan. Ahora bien, este rol, ciertamente activo y central, es un rol completamente subordinado a la lógica del agronegocio globalizado que, si bien en cierto modo promueven y adecuan, no determinan. Sin embargo, la fuerza de estas lógicas es tal que modifican las trayectorias territoriales de los actores estudiados y, en consecuencia, sus trayectorias de vida.
La situación analizada en torno a las cooperativas agrícolas, y especialmente vinculada a la forma de relación de una cooperativa de segundo orden con sus asociados, reviste mayores particularidades. La asociación, plenamente inserta en el modelo de agronegocios y hasta promotora de sus lógicas, despliega estrategias financieras y de lógica global e incentiva a sus asociados a seguir estos pasos. En ese contexto, diversifica el portafolio de actividades que realiza y se incorpora de forma plena en el sector agroindustrial. En este transcurrir se visualizan las tensiones de una asociación de cooperativas que emergió bajo las lógicas de un modelo de exportación agrícola con otros elementos distintivos, entre los cuales se encuentra la relación del productor agropecuario con lo fundiario. Al menos hasta el momento de las entrevistas realizadas, desde la asociación de segundo orden entienden que atentar contra esta relación productor-tierra es socavar las propias bases de la cooperativa, y entonces desde allí deben construir, promover y desplegar las estrategias no ya como cooperativas sino especialmente como empresas de agronegocio, lo que se traduce en innumerables tensiones local-globales.
La complejidad del entramado de relaciones que caracteriza a la cooperativa agrícola estudiada imprime en su actuar tensiones local-globales más complejas y diversas, consecuencia también de su rol como un actor que nuclea a otros actores y, además, a que en parte es en sí misma una representante de la co-presencia en la actualidad, y en el sur de Córdoba, de diversos pactos territoriales. Pero no son menores, aunque en ocasiones menos visibles, las tensiones reconocidas en los contratistas de servicios rurales y en las empresas agrocomerciales proveedoras de insumos agropecuarios, ya que su larga trayectoria en la región y su rol de articulación territorial, incluso hasta en asociación con cooperativas agrícolas regionales, los sitúan en un lugar de mediación permanente y catalizadora de las tensiones local-globales.
Finalmente, queremos enfatizar que las tensiones estudiadas no solamente se expresan como evidencias del rol activo del territorio, sino también, y en otro orden de análisis, como muestras de que el modelo promovido como flexible es, en los hechos, particularmente rígido: se produce bajo lógicas precisas, cronometradas, medidas, fluidas y estrictamente reguladas por modelos empresariales de agronegocio. La adaptación de los diversos actores, especialmente tendiente a sobrevivir en el sistema agropecuario, también pone en evidencia otra característica de las mencionadas tensiones: en el fondo lo que está en disputa, el elemento explicativo que subyace a los procesos estudiados, es la apropiación de la renta agropecuaria.
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Notas
Recepción: 02 Septiembre 2021
Aprobación: 21 Diciembre 2021
Publicación: 02 Mayo 2022